QUINCE
MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS
SACRAMENTADO
1.- No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta
que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu
madre, a tu hermano.
2.- ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una
súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos
y amigos; dime en seguida qué quisiera que hiciese actualmente por ellos.
3.- Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones
generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a
las necesidades ajenas.
4.- Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes
quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados
que anhelas volver a buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra
vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y
fervorosa.
5.- Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del
corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que
tu corazón especialmente ama?
6.- Y para tí, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una como
lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia.
7.- Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y al
regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente...; y pídeme luego
que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos que haces para quitar de ti
tales miserias.
8.- No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos
justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero
rogaron con humildad...; y poco a poco se vieron libres de ellos.
9.- Ni menos vaciles en pedirme bienes
espirituales
y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios;
todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga,
antes favorezca y ayude a tu santificación.
10.- Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu
bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte!
11.- ¿Traes ahora mismo entre manos algún
proyecto?
Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas?
¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué
desearías hacer por ellos?
12.- ¿Y por Mí? ¿No sientes deseo de mi
gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a
quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?
13.- Dime qué cosa llama hoy particularmente tu
atención,
qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo.
14.- Dime si te sale mal tu empresa, y te diré las causas del
mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy
dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad,
adonde me place.
15.- ¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma
desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿quién te hirió? ¿quién
lastimó tu amor propio? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene
bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y
acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo
olvidas, y en pago recibirás mi consolada bendición.
16.- ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas
vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate
en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí a tu lado me tienes; todo lo
veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
17.- ¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien,
y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo?
Ruega por ellas, y yo las volveré a tu
lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
18.- ¿Y no tienes tal vez alegría alguna que
comunicarme?
¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuerza de buen amigo?
19.- Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que
me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá ha tenido
agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has
recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna
dificultad, o salido de algún lance apurado.
20.- Obra mía es todo esto, y yo te lo he
proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme
sencillamente, como un hijo a su padre: «Gracias, Padre mío, gracias». El
agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta
verse correspondido.
21.- ¿Tampoco tienes promesa alguna para
hacerme? Leo,
ya lo sabes, en el fondo de tu corazón.
A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda
sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión
de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro
que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz
de tu alma?
22.- ¿Volverás a ser dulce, amable y
condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy
como enemiga?
23.- Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus
ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio...; pero no olvides los
quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la
soledad del santuario.
24.- Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento,
resignación, caridad con el prójimo.
25.- Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la
Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más
entregado a mi servicio.
26.- En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos
beneficios, nuevos consuelos.
PINCHA AQUÍ PARA VERLO EN FORMATO PDF
No hay comentarios:
Publicar un comentario