¿TÚ
VAS A MISA EL DOMINGO?
¿TÚ VAS A MISA EL DOMINGO?
Amigo,
hoy has venido a la Iglesia porque has sido invitado a una celebración familiar
(boda, entierro, 1ª comunión, etc.). Estás en tu casa. No eres ningún extraño
porque para eso estás bautizado y tienes derecho a participar de esta reunión
de familia: la familia cristiana:
1.- Una reunión de familia a la que no puede faltar.
Estaría
muy mal que hoy no hubiese venido a esta celebración. Le harías un feo a quien
te invita.
Todos
los que estamos bautizados hemos sido
invitado -¡Nada menos que por Nuestro Señor Jesucristo!- a participar cada
domingo a esta reunión familiar que es la Eucaristía: “Cada vez que os
reunáis hacedlo en memoria mía”. ¿Le vamos a hacer un feo al Señor que nos
invita a ir a misa cada domingo?
2.- Siempre nos hemos reunido los cristianos.
Hace
ya 2000 años que el Señor invitó a sus discípulos a reunirse cada domingo, el
día que Él resucitó de entre los muertos. Desde entonces, en el mundo entero,
gente de todas las razas, lengua y nación, nos reunimos en la iglesia como
discípulos de Jesús que somos. Unos cristianos del s. III prefirieron morir
como mártires cuando les prohibieron reunirse el domingo porque decían que sin
la reunión del domingo no sabemos vivir.
3.- Celebramos juntos una misma fe.
¿Y
para qué nos reunimos?
Los
hombres siempre nos reunimos para algo. Hoy, por ejemplo, te has reunido con
familiares y amigos por un motivo importante. Siempre nos reunimos con amigos y
por algún motivo.
Los
cristianos somos amigos, más aún, hermanos. Nos reunimos porque hay algo que es
común a todos nosotros: nuestra fe. Cada vez que nos reunimos lo hacemos para
celebrar nuestra fe común, la de todos los bautizados, la fe de la Iglesia, que
somos nosotros.
4.- La fe se fortalece en la reunión de la Iglesia.
Algunos
dicen: es que yo creo muy poco. ¡Claro! Es que si no nos reunimos, poco a poco
se va enfriando nuestra fe, de la misma manera que si yo no me reúno con mis
amigos, poco a poco se va enfriando nuestra amistad.
Todos
necesitamos fortalecer nuestra fe y lo hacemos cuando nos reunimos en la misa
del domingo. yo he sido bautizado y he hecho la primera comunión pero,
después... Es que al coche hay que echarle gasolina para que ande y yo tengo
que comer cada día para vivir... También la fe hay que alimentarla cada domingo
en la reunión de la Iglesia.
5.- Un alimento para vivir eternamente.
El
Señor nos ha dicho que, de la misma
manera que hay que comer para vivir en esta tierra, también hay que comer para
vivir eternamente. Por eso Él nos ha dado su propio cuerpo, para que el que
coma de Él viva eternamente.
La
misa es la cena del Señor. El Jueves Santo, Jesús celebró con sus discípulos la
última cena y les repartió el pan y el cáliz diciendo: “El que coma de este pan
-que es mi Cuerpo- vivirá para siempre”. Nosotros, sus discípulos, los que
somos cristianos, tenemos que comer de este pan eucarístico si queremos vivir
para siempre.
6.-
Una palabra muy actual.
Las
modas pasan pronto. Las palabras se las lleva el viento. Pero la Palabra de
Dios permanece para siempre: el cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra
no pasará, dijo el Señor. Y es
verdad, cuando leemos el Evangelio, parece que se acaba de escribir para
nosotros: es una palabra viva, actual, alentadora. Y siempre nos estimula a ser
mejor, a ser más persona y más buena gente: amáos los unos a los otros como
yo os he amado; perdónanos siempre; haz a tu prójimo lo que te gustaría que te
hicieran a ti: sé honrado, fiel, responsable, trabajador... Esta es la palabra
de Dios que, cada domingo, orienta nuestra vida. El que la cumple -ha dicho el
Señor- vivirá para siempre. Así conseguimos ser “buena gente” y buenos
cristianos.
7.- Daos fraternalmente la paz
Los
cristianos somos hermanos, alimentados por un mismo pan y orientados por una
misma palabra: El Cuerpo y la Palabra del Señor.
Formamos
una familia, una comunidad. Todos unidos queremos hacer un mundo mejor,
viviendo en paz y edificando la civilización del amor. Por eso, en la reunión
de cada domingo, nos saludamos con el signo de la paz. ¡Ojalá que nuestro
pueblo viva siempre en paz! Que no conozcamos la guerra, ni las envidias, ni
los rencores y que la paz del Señor esté siempre con nosotros.
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