TEMA: MADRE MAZZARELLO.
Nº 20
UNA MUJER DE AYER Y DE
SIEMPRE…
MADRE MAZZARELLO
¡MAÍN, como la llamaban familiarmente, sigue viva entre nosotras y el INSTITUTO amplía siempre más su horizonte!
Nadie pensaría que a la humilde campesina de Mornese, su
pueblo natal, la mujer sencilla y llena de sabiduría evangélica que rápidamente
conectó con D. Bosco, con su figura y su carisma, iba a ser recordada y seguida
por miles de jóvenes que como ella se enamoraron de Dios y quisieron servirlo
en los jóvenes de los cinco continentes. “Madre
Mazzarello sin saberlo, pues hasta el 1864 con 28 años, no conoce a D.
Bosco, es salesiana por naturaleza,
tanto en sus virtudes como en su vocación”.
Quizás tú, AA.AA. has oído hablar de Madre Mazzarello,
cofundadora con D. Bosco de las Hijas de María Auxiliadora. Pero, ¿realmente la
conoces? En estas breves palabras sobre ella podrás saber algo de su vida, pero
te animo a acercarte más a ella y captar la originalidad y riqueza de su
personalidad. Te irá bien...
Nació el nueve de mayo de 1837, en un pueblo pequeño , llamado
Mornese (provincia de Alessandria, Italia) con apenas dos
mil habitantes, pueblo pintoresco de amplios horizontes, de mucha vegetación:
viñedos, pinos… pueblo perdido entre las colinas del Monferrato.
No podemos comprender
la personalidad de Maín niña, adolescente y joven sin pensar en su entorno, en
su pueblo, porque el carisma de cada santo es inseparable de sus orígenes, de
su geografía, de su historia. Ahí se forjó el temple y la personalidad de Maín.
Su núcleo familiar amplio y numeroso es germen de vida. Era
la mayor de siete hermanos, pero vivían con ellos dos tíos, hermanos del padre,
la abuela y otra prima huérfana. Al nacer, su familia vivía en la barriada de
los Mazzarelli, un puñado de casas a las que en el 1843 se añadió una pequeña
Iglesia dedicada a María Auxiliadora. A donde Maín acudía al rezo del rosario.
Los padres de María eran campesinos y cristianos intachables. Lo que facilitaba
la compenetración de los esposos era precisamente su fe profunda. María heredó
de su padre la sabiduría natural y un profundo sentido práctico, y de la madre
el valor para afrontar las diferentes situaciones de la vida con desenvoltura y
sentido del humor. Y de los dos, su fe sólida como casa construida sobre roca:
Cristo y su Evangelio. Ella solía decir:
¡Cuánto debo a mi padre! A los quince años de edad se ofreció a Dios con el
voto de virginidad.
No podemos hablar de Maín sin nombrar las casas del pueblo
por las que pasó:
En los MAZZARELLI, casa natal, pasó casi los doce primeros
años 1837-1849. Casa de la felicidad, del trabajo, del aprendizaje, del sufrimiento… A los ocho años, la piden unos tíos para
ayudarlos, esto la hizo sufrir mucho. Al año volvió a casa por la necesidad de
su familia numerosa.
En la VALPONASCA, casa de la contemplación, vivió su
adolescencia y parte de su juventud 1849-1858 donde aprendió a amar alegre y
gratuitamente a Dios. Su lugar de oración y contemplación era la ventana
ubicada en el segundo piso que le permitía ver el campanario de la parroquia.
En tercer lugar la VALGELATA, donde el párroco le pide
atender a unos tíos por la epidemia del tifus 1860. Los padres no lo consienten
pero dice a D. Pestarino, que decida ella. Maín responde “si usted lo quiere,
yo voy, pero estoy segura de contagiarme”. Su respuesta fue profética, contrajo
la enfermedad que le hizo perder su fuerza al tiempo que se fortalecía
espiritualmente. La enfermedad le hizo cambiar el rumbo de su vida. Tenía entonces veintidos años 1858-1867. Decide
aprender a coser para enseñar a las jóvenes del pueblo. Abren un taller para
jóvenes… Más tarde un internado. Era tanta la pasión por las niñas y jóvenes.
Respecto a la PARROQUIA y su inserción en la vida parroquial
le ofrece un desarrollo en su vida espiritual: bautismo, 1ª comunión, vida
sacramental, vocación- misión. Siempre buscando el núcleo de su vocación en la
Iglesia, la caridad educativa con
las jóvenes, especialmente las más necesitadas. Tiene una clara visión de aquel
día, en que al pasar por una calle del pueblo Borgo Alto, ve proféticamente al fondo un gran edificio que luego
sería el colegio construido por D. Bosco. En él hay una multitud de jóvenes y
oye una voz que le dice: “A ti te las
confío”. Esta voz será llamada y certeza en su vida.
Pasamos a la CASA DE LA INMACULADA, por ese tiempo conoce un
grupo de jóvenes, liderado por Angela Maccagno,
que querían ser religiosas y alentadas por D. Pestarino que les facilita el Reglamento y se
constituyó la Asociación de Hijas de la Inmaculada. A los diecisiete años María
se une a ellas. Es un grupo mariano con un fuerte compromiso cristiano y
eclesial que sirvió de palestra para el
lanzamiento apostólico.
En síntesis podemos decir: La raíz de la vida y de la
experiencia de Maín es Dios, un Dios presente en su oración, en su trabajo y en
su compromiso, en su vida de austeridad y privación, en la alegría y en los
conflictos. En ella encontramos una experiencia que no es fruto de libros o de
preparación cultural, sino una verdadera acción interior de Dios. Jesús es el
centro de su vida, lo vive con toda sencillez, con espontaneidad y sinceridad:
este es el secreto de su libertad interior y exterior, de su fe sencilla, de su
constante alegría, de su profundo equilibrio, de su capacidad de discernimiento
espiritual, el secreto de su amor. “La sabiduría de Maín estaba llena de
realismo – y además exquisitamente femenina – que la llevó a ser auténtica
maestra y guía en los caminos del Espíritu” (Aldazábal).
La presencia de la Virgen, fue constante desde el inicio de su
vida, como en D. Bosco. Presencia confirmada más adelante por D. Bosco en su
visita a la Casa Madre en Nizza, siendo ya Superiora “La Virgen está aquí con vosotras”.
Hasta los treinta y cinco años vivió como laica en su pueblo y sólo nueve años
fue religiosa consagrada y de ellos siete Madre General del Instituto de las
FMA y Cofundadora con D. Bosco. A su muerte, el 14 de mayo de 1881 a los 44
años, deja 166 hermanas, 26 casas en Europa y América. 50 novicias, 22
postulantes.
PARA LA REFLEXIÓN
Cuando leemos el Evangelio y cuando leemos
la vida de los santos siempre se nos queda en nuestro corazón el deseo de un
algo más, que nos impulsa a cómo alcanzarlo…
¿Qué crees que puede influir en ti de
su vida laical durante treinta y cinco años?
No hay comentarios:
Publicar un comentario