17 de septiembre de 2024

AGUINALDO 2025 DEL RECTOR MAYOR

 

 AGUINALDO 2025

ANCLADOS EN LA ESPERANZA, PEREGRINOS CON LOS JÓVENES

Queridos hermanos, queridas hermanas, querida Familia de Don Bosco: como todos los años en el mes de julio se hace llegar un borrador sencillo de lo que puede ser el desarrollo del Aguinaldo del nuevo año. Así, quienes deben programar el nuevo año académico a partir del mes de septiembre tienen ya una orientación. En esta ocasión estamos escribiendo estas líneas a «cuatro manos» (como en el piano cuando son dos personas quienes interpretan una partitura). Esto se debe a que en este caso el Rector Mayor y su Vicario estamos esbozando estas líneas que después, seguramente a partir de los meses de octubre y noviembre, el mismo don Stefano Martoglio, al frente de la Congregación Salesiana y animando la Familia de Don Bosco, será quien prepare y desarrolle el texto del Aguinaldo y quien lo presente a nuestras hermanas, Hijas de María Auxiliadora y con ellas, a toda la Familia Salesiana del mundo.

Cuando hemos pensado, junto con un equipo, cual podría ser la orientación de la Aguinaldo de este año, tuvimos desde el primer momento la certeza de que esta tendría que ir de la mano y en sintonía con el gran evento eclesial que será el Jubileo Ordinario del año 2025 que ya ha proclamado el Santo Padre papa Francisco con su bula «Spes non confundit» (Rom 5,5), [La Esperanza no defrauda]. Como dice en el subtítulo el Papa: «A cuantos lean esta carta la esperanza les colme el corazón». 

Y, al mismo tiempo, no olvidamos que en este año 2025 se cumplen los 150 años de la primera expedición misionera enviada por Don Bosco a Argentina. Será por eso mismo un año del todo extraordinario. 

Todo ello nos ha llevado a pensar que el Aguinaldo de este año tendría que estar centrado en la «esperanza» y en el camino que recorreremos con los jóvenes. Y es esto lo que justifica el lema que hemos creado. 

1. Una esperanza que nos lleva más allá del temor. 

Como nos dice el Santo Padre en la bula de convocatoria del jubileo, «bajo el signo de la esperanza el apóstol Pablo infundía aliento a la comunidad cristiana de Roma». Pensar en el jubileo es pensar en todos los peregrinos de esperanza. Peregrinos de esperanza seremos muchos de nosotros en todas las partes del mundo, en tantas Iglesias particulares; seremos nosotros peregrinando con los jóvenes, haciendo un camino que nos llevará al encuentro personal y vivo con Jesús, que es «puerta» de salvación (cf. Jn 10, 7.9). Y con Jesús podremos testimoniar que Él es «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1). 

Nuevamente en palabras del Papa, “Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad”. Ante esta realidad que forma parte de la vida, de la nuestra, de las familias de los jóvenes y de ellos mismos, creemos que, el nuevo año y en él este Jubileo, será para todos una magnífica ocasión para reavivar la esperanza. Y junto con los jóvenes iremos descubriendo, y los ayudaremos a descubrir, personal y comunitariamente, que la esperanza, la verdadera esperanza anclada en el Señor no sucumbe ante las dificultades «porque se fundamente en la fe y se nutre de la caridad», y así podemos seguir adelante en la vida, pero no de cualquier modo, no simplemente sobreviviendo, sino viviendo con autenticidad cristiana. En palabras de san Agustín: «Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar, amar». 

2. Un camino que recorremos anclados en la esperanza cristiana 

La esperanza cristiana es la que no defrauda, no engaña porque se fundamenta en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor de Dios. Esa certeza nos la fundamenta también el apóstol Pablo (Rom 8,35.37), y la palabra de Dios nos asegura que en medio de la oscuridad se percibe esa luz y se adquiere esa fuerza que viene del mismo Señor y de su Resurrección. 

Ciertamente es el camino de la vida, de toda vida, y en especial de la vida de cada cristiano, un camino que se ha de recorrer contando con momentos especiales, particulares, momentos fuertes necesarios para alimentar y robustecer la esperanza que nos lleve al encuentro con el Señor y a vivir con un verdadero y pleno sentido. 

Peregrinar, algo que haremos de mil maneras y en mil lugares con los jóvenes en este año jubilar, es algo común en quienes desean y necesitan salir de los lugares de confort, salir de los espacios donde podemos estar cómodamente instalados y quizá también desencantados, desmotivados. Peregrinar nos va a exigir esfuerzo, silencio en muchos momentos y optar por ir a lo esencial. 

Necesitaremos ponernos en esta disposición junto con los jóvenes. Nos hará mucho bien a todos, y sin duda que el Señor se encontrará con cada uno de nosotros, cuando lo crea conveniente, donde Él quiera, pero tocando lo más valioso y profundo de nuestro corazón, de nuestro espíritu, de nuestro ser. Y hemos de estar disponibles para el encuentro hasta ese punto. No ha de darnos miedo «arriesgar» cuando se trata del encuentro con el Señor. Él nunca defrauda, máxime si estamos aferrados a Él, anclados en Él. 

3. Son tantos los jóvenes que sueñan con verdadera esperanza. 

Para nosotros, Salesianos, Familia Salesiana de Don Bosco, sería imposible hablar de la vida de Don Bosco, hablar de él y no hablar de sus sueños. Él ha guardado sus sueños en su mente y corazón para toda la vida, incluso después de haberlos realizado. E inspirados por el sueño de Don Bosco y por lo que viven y experimentan en nuestros ambientes salesianos, los jóvenes descubren que sus hermosos deseos son la fuerza que les hace capaces de grandes cosas y aprenden que cada desafío puede ser superado con valentía y confianza en sí mismos. Los jóvenes tienen grandes sueños, pero deben ser animados a ¡soñar! y nosotros educadores, educadoras tenemos esta tarea. La de acompañarlos en el verdadero camino de la vida. 

Los jóvenes tienen derecho a soñar con un mañana mejor, tienen en sus manos la posibilidad de renacer y comenzar de nuevo, de estudiar y de trabajar, de construirse un futuro de humanidad y de esperanza.

Los jóvenes con los que compartimos nuestra vida, los que se hacen presentes en las casas salesianas, en las casas de toda la Familia Salesiana, los jóvenes que tienen sueños (algunos de ellos compartidos con nosotros) son los artesanos del mañana, los que moldearán el mundo con sus jóvenes manos. Soy la cara de una humanidad que hace camino y quiere mejorar. Una humanidad herida por la guerra, por la pobreza, por el dolor, pero una humanidad que tiene el rostro de la Caridad y del Amor. Una humanidad capaz de resurgir y esperar, de levantarse de la tierra y volver a caminar. Capaz de acoger y de dar, sin dejar nunca de sonreír y de amar. 

Y a través de estas historias y deseos ocultos que cada uno lleva dentro de sí, podemos descubrir cómo los límites pueden ser superados, los problemas más grandes pueden ser abordados y que, incluso en los momentos más difíciles, no debemos dejarnos ganar, sino encontrar los recursos personales y contextuales para poder afrontar cualquier desafío. No todos los sueños son iguales, pero una cosa es segura: ¡todos tenemos sueños! 

Entre los centenares de sueños de los jóvenes presentamos, a modo de muestra, unos pocos. Como ellos, en el día a día hemos de seguir peregrinando, recorriendo un camino que lleve a los jóvenes a vivir desde la esperanza, pues los jóvenes saben que soñar es posible y que si los sueños llevan la garantía del Señor que los sostienen, serán una realidad. 

El sueño de la joven Ámar Gazel Hernández, de 18 años, en San José, Costa Rica, podría llevar por nombre Estrellas perdidas. Ámar nos dice «Si me hubieran preguntado hace seis años cual era el sueño de mi vida, probablemente habría respondido que soñaba con ser bailarina, con usar unas puntas y bailar en un escenario; sin embargo, conforme pasó el tiempo y las circunstancias de vida cambiaron, ese sueño quedó en segundo plano. Ahora con diecisiete años me he dado cuenta de que mi sueño sigue ahí, pero el enfoque que le doy es distinto; la realidad es que actualmente la sociedad nos exige demasiado y en muchas ocasiones estos sueños terminan convirtiéndose en frustraciones, al vernos ante grandes expectativas, elevados niveles de estrés y requisitos que terminan siendo irracionales. Para mí un sueño es encontrar esa felicidad en las pequeñas cosas, en llegar a esas metas por pequeñas que sean, en ir en contra de las exigencias del mundo porque al fin y al cabo todo somos estrellas perdidas en el cielo que buscan obtener esa plenitud y mostrar su propia luz. Finalmente mi respuesta a la pregunta del inicio, mi sueño es conseguir mis metas, para que en el camino también pueda dar felicidad a los que me rodean, encontrando no solo el sentido de la vida sino una satisfacción en poder hacer lo que quiero, en ese júbilo de saber que voy avanzando sin importar lo difícil que se torne, que cada noche mi motivo de vivir con esperanza y alegría sean eso pequeños logros que hacen sentir orgullos a mis allegados; en eso evolucionaron mis sueños, en la lucha constante por prosperar siendo consiente de todo lo que he hecho para llegar aquí pero disfrutando de lo que el momento me ofrece. No puedo responder a esta pregunta de una manera específica porque, como todos, soy esa estrella perdida en el inmenso cielo que todavía busca su brillo, pero que nunca deja  de trabajar por lo que quiere y espera impaciente por lo que podría obtener y bridar este sendero llamado vida». 

Y desde Costa de Marfil, Anani Henry Joël Kouadio, también un joven de 18 años, nos dice que su sueño podría llamarse Le choix [La elección]. Nos lo narra del siguiente modo: «Mi sueño es ser médico. Ante todo ¿por qué esta elección? Puedo decir que todos los que aspiran a este trabajo, lo hacen para salvar vidas. Es la idea principal que viene a la cabeza. Pero para mí, personalmente, mi motivación es mayor. “Ver a personas enfermas, sin medios para curarse y que mueren por falta de médicos”. Siendo cristiano, me he dicho: “¿por qué no ser un instrumento por el que Dios va a pasar para curar y salvar vidas?”. Lo que me empuja en este impulso es que mi padre está en el cuerpo médico y a su lado me siento más interpelado, más motivado, interesado. Esto me hace esperar que yo formaré parte de este cuerpo. Me gustaría ser un neurólogo, un especialista en neurología. Mi gran deseo es llegar a realizar mi sueño según la voluntad de Dios, el ejemplo de Don Bosco también me motiva». 

Anita Marton tiene 24 anni; es italiana de Mogliano Veneto, y nos cuenta su sueño hecho realidad ya hoy, ya en la actualidad. Y quiere ponerle como título Da tutta la vita [Por toda la vida]. «Estaba en tercera elemental, estábamos estudiando a Dante. La maestra estaba impaciente, explicaba sin pasión. Solo transmitía aburrimiento e impaciencia, estábamos aprendiendo a odiar a Dante. 

Un maestro deja una marca - en la marca - sobre los niños que tiene delante, y si en clase no lleva sus amores, sino sus estados de ánimo, como dice D'Avenia, estos se aferran a las almas sedientas que tienen delante y las ofuscan. En cambio, quería que mis compañeros de clase descubrieran la belleza. En ese momento me di cuenta de que era mi sueño, la llamada a la que tenía que responder. Han pasado ocho años desde aquel día, y después de ocho años este sueño se ha hecho realidad. Hoy estoy en un aula, enseñando. Veo a estos jóvenes sentados delante de mí y me veo a mí misma buscando un sueño al que apuntar la brújula de la vida. Quién sabe qué deseos habitan en sus corazones, quién sabe qué esperanzas y temores. Me encuentro ante estos jóvenes: no saben que he soñado con estar con ellos toda la vida». 

Desde India, en el estado de Tripura, en Agartala, Bipasha Hrangkhawl, de 30 años sigue haciendo realidad su sueño: «A Light in Someone’s path» [Una luz en el camino de alguien]. Estas son sus palabras: «Sueño con iluminar la vida de algunas personas desfavorecidas en este mundo, mejor, de cualquier manera que pueda. Al crecer, me di cuenta de que hay muchas personas en este mundo cuyo camino está oscurecido, la esperanza se ha cerrado, el futuro es sombrío y la felicidad está lejos. 

Al estar en el lado más afortunado con mejores privilegios, me di cuenta de que podía hacer mi pequeña parte en contribuir a la vida de al menos unas pocas personas. La caridad comienza en casa, y es solo haciendo un pequeño impacto a niveles más pequeños, y con el tiempo, seré capaz de realizar mi sueño en un área más grande. Sueño con una sociedad de gente feliz, que ama su vida y a pesar de las diferencias viven unidos en el amor y la paz. Sueño con ser una parte feliz de ella, un instrumento eficaz de significado y propósito y, juntos, hacer de este mundo un lugar mejor para vivir. Una luz en el camino de alguien me llama a la acción y la disciplina. Caminaré en la luz, mi camino encantador donde el mismo Dios es mi luz e irradiar a lo largo del camino para que el camino de los demás brille». 

Clarissa Budianto vive en Indonesia, en Oceanía, más exactamente en Yakarta. Tiene 26 años y su sueño pasa por ser una Auténtica Educadora. Nos dice: "«¡Cuelga tus sueños tan alto como el cielo! Sueña tan alto como el cielo. Si caes, caerás entre las estrellas , dijo Soekarno Hatta, el primer presidente de Indonesia. Para mí, mi sueño es acompañar a los jóvenes cuando la vida se vuelve compleja y dura para ellos. Estar ahí para ellos no para que dependan de mí sino para que vean esperanza en Dios y humanidad a través de mí. Sé lo que es estar solo y confundido. El deseo de estar ahí para otros como yo, acompañarlos a través de sus pensamientos dinámicos y enfrentar la complejidad de la vida es lo que me mantiene despierto. Lo que me mantiene en marcha son las sorpresas del Espíritu Santo a medida que camino por mi vida. Recuerdos aleatorios de este sueño y también pequeñas recompensas significativas en la vida como me caigo persiguiendo el sueño. Mi sueño es ser una educadora que sea benevolente, sincera y conocedora de mis estudiantes. Lo más importante es ser una maestra que pueda ayudar a las mentes jóvenes a encontrar sus sueños y perseguirlos». 

Y Daniel Flores de 28 años, es venezolano, natural de Caracas, y está convencido de que Si se puede soñar, se puede hacer. Estas son sus palabras: «Soy de Venezuela. Desde niño soñaba con ser médico estudié en un colegio salesiano y la experiencia misionera alimentó mi sueño de servir a los demás. En 2016, a un año de graduarme en medicina, mi familia decidió migrar a Chile por la situación del país. A pesar de las dificultades, trabajé y estudié al mismo tiempo. En 2022, me gradué en medicina general y por las buenas notas que logré, gané una beca para hacer un posgrado en pediatría, que estoy estudiando actualmente. Ejerzo mi profesión en una zona de bajos recursos en Santiago de Chile. 

Pero sueño con volver para ayudar a los niños de Venezuela, sueño que, poco a poco, se está materializando, ya que, con la ayuda de amigos de la universidad en Caracas, envío algunos insumos desde Chile para apoyar las jornadas de atención médica en los barrios. También planeo, a mi regreso a Venezuela, instalar un centro de atención pediátrica comunitaria». 

4. Misioneros en el mundo, Misioneros de la Vida 

Y como ya apuntamos, este año santo jubilar viene para nosotros de la mano de otro hecho que está en la base de lo que hoy es la Familia de Don Bosco en el mundo porque, digámoslo de manera firme y cierta: Nadie, ninguno de nosotros y ninguna de las instituciones que hoy forman el gran árbol que es la Familia Salesiana, la Familia de Don Bosco, existiría hoy en la Iglesia si el Espíritu Santo no hubiese suscitado desde los primeros momentos su ardor misionero. Se cumplen en este año jubilar los 150 años del primer envío misionero llevado a cabo por Don Bosco, en 1875, con destino a Argentina. 

Celebrar en el Año Santo Jubilar 2025 este importantísimo evento nos pone en esta situación: Es un año per Reconocer, Replantear y Relanzar: 

          • Reconocer: Damos gracias a Dios por el don de la vocación misionera que permite hoy a los hijos de Don Bosco y a su familia llegar a los jóvenes pobres y abandonados en 136 países. 

       • Repensar: Ya que es una ocasión propicia para repensar y desarrollar una visión renovada de las misiones salesianas a la luz de los nuevos desafíos y perspectivas que han llevado a nuevas reflexiones misiológicas. 

          • Relanzar: ¡Porque no solo tenemos una historia gloriosa que recordar y de la que estar agradecidos, sino también una gran historia por hacer! Miramos al futuro con celo misionero y entusiasmo renovado para llegar a un número aún mayor de jóvenes pobres y abandonados que puedan vivir con esperanza, y con verdadero sentido de la vida, una vida en Dios. 

Reconocer, repensar y relanzar reavivan y alimentan la esperanza que empuja hacia las nuevas fronteras misioneras de la Congregación y de la Familia Salesiana especialmente para los jóvenes más pobres y marginados. 

Reconocer, repensar y relanzar no es optimismo fácil. Son acciones arraigadas en la fe en Jesucristo, que está siempre con nosotros incluso cuando vivimos momentos de preocupación, miedo y dificultad que surgen al anunciar el Evangelio. 

Reconocer, repensar y relanzar reavivan y alimentan la esperanza que empuja hacia las nuevas fronteras misioneras. Los desafíos y las dificultades misioneras están ahí y siempre estarán, pero dotados de una esperanza «llena de fe», nos impulsarán con valentía hacia las nuevas fronteras socioculturales, digitales y geográficas, de modo que nosotros mismos nos convertimos en una pequeña antorcha de esperanza para los demás, especialmente para los jóvenes más pobres y necesitados, porque ante todo estamos llamados hoy a ser verdaderos Misioneros de la Vida. 

5. Una esperanza jubilar y misionera que se traduzca en verdaderos logros 

Nos dice el Papa en la bula del Jubileo 2025 que «los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza», e invita a la Iglesia, y a nosotros en ella, a vivir este 2025, año jubilar y misionero, empeñándonos en ser signos tangibles de esperanza que se concreten en: 

     o Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, un mundo que vuelve a verse sumergido en la tragedia de la guerra. 

    o Que mirar al futuro con esperanza se concrete en tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás. Como cristianos no podemos no contribuir para lograr una alianza social para la esperanza. 

    o En este año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria. 

    o Que ofrezcamos signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. 

     o Y también necesitan esa esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes (nos dice el papa Francisco): «No podemos decepcionarlos… Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!». 

    o No pueden faltar los signos de esperanza hacia los migrantes, ni hacia los ancianos que con tanta frecuencia experimentan soledad y sienten el abandono. 

     o Y finalmente el Papa nos pide que los signos de esperanza de este año jubilar se concrete en esperanza para los millares de pobres que carecen de lo más básico y necesario para vivir con dignidad. 

Nos invita el Papa ⸻y hacemos nuestra esta invitación⸻ a vivir anclados en la esperanza, pues esta, junto con la fe y la caridad, constituyen la esencia de la vida cristiana, pero entre todas «la esperanza es la que, por así decirlo, señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana… Necesitamos que “sobreabunde la esperanza» (cf. Rom 15,13), y en este año jubilar queremos y necesitamos hacerlo con los jóvenes, como Familia Salesiana que somos, para que ellos y con ellos podamos testimoniar de manera más creíble y atrayente la fe, quizá nuestra pobre fe, «para que cada uno sea capaz de dar aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza para quien lo recibe»9. Que María, Madre de nuestro Señor, Madre de la Iglesia y Auxiliadora nos acompañe en este camino, Ella que también fue peregrina.


 

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