2 de abril de 2024

LA VOCACIÓN MISIONERA SALESIANA POR ALFRED MARAVILLA - 1ª PARTE

 El Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime, ha invitado a toda la Congregación a responder con valor y generosidad misionera a la petición de nuevas presencias en los contextos más pobres, reforzando nuestro compromiso entre los refugiados y abrir nuevos lugares de misión.[1] En efecto, «somos todos corresponsables de la obra de evangelización y misionera de los Salesianos de Don Bosco en todo el mundo».[2]

 

Esta presentación tiene el triple objetivo de motivar a los hermanos a responder la invitación misionera del actual sucesor de Don Bosco, mejorar los procesos de discernimiento, de formación y de inserción y armonizar las orientaciones operativas actuales.

 

Parte I. Repensar las Misiones Hoy

Hoy nos encontramos en un contexto diverso de los proyectos misioneros que han difundido la Congregación en América (1875), en Asia (1906) y en África (1980). Nuevas perspectivas e interrogantes nos llevan a nuevas reflexiones misionológicas. Urge una visión renovada de las misiones salesianas.

 

1. La Vocación Misionera y el Carisma Salesiano

Las Misiones

La Trinidad es la fuente de existencia y de la naturaleza misionera de la Iglesia. Es más, el concepto de comunión se sitúa en el corazón de la autocomprensión de la Iglesia.[3] Misión y comunión, por tanto, son esenciales para una adecuada comprensión del misterio de la Iglesia. Por eso, cada iglesia local, incluso las de reciente creación, en cuanto miembro de una comunión de iglesias, es corresponsable de ayudar a las otras iglesias locales en la diversidad de necesidades. Es de subrayar que ya el Vaticano II había subrayado que la acción misionera debe extenderse también a las iglesias que existen «desde fecha antigua» pero que «se encuentran en fase de retroceso o en situación de debilidad».[4]

 

Colaboramos con la Iglesia en cumplir su misión para la evangelización (Mt 28, 19-20).[5] Anunciar el Evangelio, especialmente a los jóvenes, es nuestro compromiso misionero primario.[6] Nuestras iniciativas para la promoción humana, motivadas desde una fe profunda, son un Primer Anuncio. Apreciamos los “rayos de Verdad” en las culturas y en las demás religiones. En los contextos en los que no podemos ni siquiera mencionar el nombre de Jesús, lo anunciamos con el testimonio de vida personal y comunitaria.[7]  La intencionalidad en la promoción del Primer Anuncio nos puede ayudar a superar el peligro de ser considerados como meros proveedores de servicios sociales o trabajadores sociales en lugar de testigos del primado de Dios y anunciadores del Evangelio.[8]

 

Ciertamente, hoy existen pueblos y contextos socioculturales en los que Cristo es desconocido. En muchos Países, especialmente en los centros urbanos, en el mismo barrio, hay personas que no conocen a Jesús, aquellos que tras haberlo conocido lo han abandonado, o aquellos que viven su fe como una cuestión meramente cultural. Por tanto, ‘las misiones’ se encuentran donde haya necesidad de anunciar el Evangelio. Hoy “las misiones” no pueden ser entendidas sólo en términos geográficos, de movimiento hacia “tierras de misión” como en otros tiempos sino en términos sociológicos, culturales, y además de presencia en el continente digital. Hoy los misioneros provienen de los cinco continentes y son enviados a esos cinco continentes. Este movimiento misionero multidireccional ocurre ya en muchas diócesis y congregaciones. Para nosotros Salesianos ha sido el “Proyecto Europa” que nos ha puesto frente a este cambio de paradigma misionero, que exige a muchos hermanos un camino de conversión en la mente y el corazón, para hacer suyo este paradigma.

 

Una Característica Esencial del Carisma Salesiano

Don Eugenio Ceria afirmaba que «la idea misionera en Don Bosco creció, se puede decir, con él. En primer lugar era una voz interior que lo llamaba a llevar el Evangelio a los países infieles; a partir de ello fue una llama de celo, encendida desde el anhelo de extender también a ese campo las actividades de sus hijos».[9] Don Pablo Albera, en su lugar, sintetizó el espíritu misionero de Don Bosco así: «Las misiones eran el tema preferido de sus discursos, y sabía infundir en los corazones un anhelo tan vivo de convertirse en misioneros que parecía la cosa más natural del mundo... para Don Bosco el segundo fin de su Congregación debía ser el de las misiones y nada le impidió abrazarlo en toda su extensión».[10] Se trata no sólo de un interés personal sino de un verdadero charisma fundationis que nuestro fundador ha transmitido a sus salesianos y a toda la Familia Salesiana.[11]

 

Por este motivo el CG 19 afirmó que «la Congregación Salesiana ... revive el ideal de Don Bosco, que quiso que la obra de las misiones fuese una ansiedad permanente de la Congregación, de tal forma que fuese parte de su naturaleza y su fin último».[12] «La mente y el corazón del Fundador», escribió don Viganò, «y la tradición vivida ininterrumpidamente en Familia, confirman abiertamente que la dimensión misionera es un “elemento esencial de nuestro carisma».[13] El actual Rector Mayor afirma que «la dimensión misionera forma parte de nuestra identidad».[14] Además, son las misiones las que nos impulsan como Congregación a liberarnos de las «inercias paralizadoras», haciendo nacer «bellos sueños que se convierten en realidad».[15]

 

El Espíritu Misionero Salesiano

Como salesianos, somos verdaderos misioneros de los jóvenes y la juventud es nuestra tierra de misión.[16] Nosotros salesianos vivimos todos el espíritu misionero de Don Bosco como corazón de la caridad pastoral que se manifiesta en el “corazón oratoriano”, en el fervor, en el impulso y en la capacidad de diálogo intercultural e interreligioso. Es la pasión por evangelizar, sobre todo a los jóvenes, y la disponibilidad a ser enviados donde sea necesario, expresada en el “ci vado io” (“voy yo”), considerado por Don Alberto Caviglia como el “slogan salesiano”. En resumen, el espíritu misionero – sintetizado en elDa mihi animas’ – es típico de todo salesiano, porque está enraizado en el carisma salesiano mismo. Es este espíritu misionero el que nos hace vivir la vida consagrada salesiana «en permanente estado de misión»[17].

 

La experiencia misionera en tiempo de vacaciones para los hermanos jóvenes, para los formadores y para los docentes de los centros de estudio, así como las experiencias en las comunidades formativas internacionales, favorece la apertura de la mente, las relaciones interculturales e interreligiosas y, en último término, el espíritu misionero salesiano.[18] La oración misionera del once de cada mes, la Jornada Misionera Salesiana anual y otras iniciativas de animación misionera ayudan a mantener vivo el espíritu misionera en cada comunidad e Inspectoría. Es el mismo espíritu misionero que hace que cada comunidad salesiana esté disponible a acoger y acompañar a los nuevos misioneros que llegan a su Inspectoría.

 

La Vocación misionera Salesiana

El hecho de que toda la Iglesia sea misionera no excluye que haya misioneros ad gentes y ad vitam por vocación. Del mismo modo, hay salesianos que se sienten llamados con total disponibilidad para ser enviados a cualquier parte del mundo (ad exteros) fuera del propio contexto cultural y de su propio país para colaborar con celo y audacia en las nuevas fronteras de nuestra misión de evangelización donde la Iglesia no está plenamente establecida (ad gentes). Es una entrega radical y plena, que por su propia naturaleza, implica una total disponibilidad sin límite de tiempo (ad vitam).[19]

 

A través del Sacramento del Bautismo, todos los cristianos forman parte del pueblo de Dios y participan de la misión de la Iglesia. Nuestra profesión religiosa es una profundización singular y fecunda de nuestra consagración bautismal, en vista de nuestra misión particular en la Iglesia.[20] De aquí surge la vocación misionera salesiana como una llamada del Señor, dentro de nuestra vocación salesiana común.[21] Por esto la vocación misionera salesiana, es un aspecto esencial del carisma de Don Bosco (Const. 30), siendo una expresión más radical de la caridad pastoral. Es un don del Señor, que necesita ser pedido en la oración, suscitado en los hermanos, verificado a través del discernimiento y acompañado su crecimiento. Las misiones salesianas forman parte de la única misión salesiana. Por esto, el misionero salesiano no pertenece a una élite de hermanos privilegiados, sino que quiere expresar de una manera más generosa y radical la común vocación salesiana de todos los hermanos.

 

El actual Rector Mayor ha recordado en diversas ocasiones que ningún Inspector puede obstaculizar el envío misionero de un hermano, que haya hecho un camino de discernimiento de la vocación sobre su vocación misionera con la ayuda de su Director, la guía espiritual del mismo Inspector, sólo porque esté falto de personal o porque la Inspectoría necesite de él. El envío misionero en la Basílica de María Auxiliadora en Valdocco es un gesto con el cual la Congregación renueva, delante de la Auxiliadora, su compromiso misionera.

 

El Misionero Salesiano

El misionero salesiano es destinado de forma definitiva a una Inspectoría o Delegación (Const. 159), no sólo para responder a las necesidades de personal sino, sobre todo, para contribuir al diálogo intercultural, a la inculturación de la fe y el carisma, y para desencadenar procesos que puedan generar nuevas vocaciones locales. Misionero no es sólo el que da, sino sobre todo el que recibe; o sólo enseña, sino que sobre todo aprende del pueblo al que sirve, que no es sólo destinatario pasivo de sus esfuerzos. Como mediador, el misionero no se guarda nada para sí mismo si no que se ocupa de mantener vivo su ardor de santidad por medio de la “gracia de unidad”, entregándose generosamente, hasta consumirse. [22]

 

El misionero se integra en la Iglesia local, en la vida y en el proyecto educativo-pastoral de la Inspectoría, enriqueciéndolos con sus dones personales, con su celo apostólico y con su sensibilidad misionera. La inculturación es un proceso lento que no podrá realizarse nunca de forma completa. Por esto, el misionero está abierto a ser enriquecido por la cultura local mientras continúa la profundización en la comprensión de la misma, a la luz de la fe cristiana y del carisma salesiano. Cada misionero se compromete a colaborar con los laicos, los voluntarios misioneros y los demás miembros de la Familia Salesiana promoviendo un verdadero intercambio de dones y valores, según las distintas vocaciones específicas y de las formas de vida de cada grupo.[23] En la vejez, continua su trabajo misionero compartiendo la propia amistad y sabiduría, con la oración y con el ejemplo de vida. El misionero se entrega por su pueblo que le es confiado hasta el último aliento: la sepultura en su tierra de misión sella este amor.

 

La presencia de misioneros en la Inspectoría refuerza la inculturación: los hermanos locales tienen una perspectiva de su cultura que los misioneros no poseen, mientras que los misioneros ofrecen perspectivas de la cultura que pasan desapercibidas a los hermanos locales. De hecho, una Inspectoría compuesta solo por hermanos de la propia cultura se arriesga a ser menos sensibles a los retos de interculturalidad y menos capaces de ver más allá del propio contexto cultural. Gracias a los misioneros, hoy el Carisma de Don Bosco está presente e inculturado en 134 países. De hecho, el compromiso misionero de la Congregación contribuye de manera decisiva también a la redistribución global de los hermanos solicitada por el CG27.[24]

 

El Proyecto Misionero en las Inspectoría y de la Congregación

En el programa del sexenio, el Rector Mayor ha invitado a cada Inspectoría a abrir un proyecto misionero en su interior.[25] Esto no excluye la generosidad misionera para el proyecto misionero de toda la Congregación. De hecho, la Inspectoría no puede ser generosa con el proyecto misionero congregacional si no se preocupa seriamente del proyecto misionero Inspectorial. En efecto, el compromiso misionero en la Inspectoría es un signo creíble y un estímulo para el compromiso misionero de la Congregación, y viceversa. Uno influye en el otro, lo estimula y ayuda.[26] Es el impulso misionero de la Congregación que refuerza la fe, da un nuevo entusiasmo vocacional y revitaliza la identidad carismática de los hermanos sea en la Inspectoría que envía, sea en la que recibe misioneros. Es más, esto nos libera «de los peligros del aburguesamiento, de la superficialidad espiritual y de un trabajo indiferenciado» y «nos proyecta con esperanza hacia el futuro».[27]

 

Las Misiones Interesan a Todos los Salesianos

Ya el CG20 insistía que «las misiones le importan a toda la Congregación; por tanto, todos los hermanos están, en formas diversas, implicados».[28] El décimo sucesor de Don Bosco ha subrayado que es tiempo de generosidad para toda la Congregación, invitando de esta manera a los hermanos a una mayor disponibilidad para los proyectos misioneros de la Congregación.[29] Los Inspectores participan de esta solicitud del Rector Mayor con la premura misionera para toda la Congregación. Cada Inspectoría salesiana, rica o pobre en personal o recursos, es corresponsable de los proyectos misioneros de toda la Congregación. Por esto ya no existen Inspectorías sólo “receptoras” o “emisoras” o “misioneras”. Todas las Inspectorías mandan y reciben misioneros. Esta reciprocidad misionera favorece nuestra disponibilidad para compartir medios, personal y ayudas espirituales. También los hermanos ancianos y enfermos que dan un precioso apoyo a través de sus oraciones y sacrificios. Además, el aporte que dan las procuras misioneras a nivel Congregación e inspectorial (Reg 24) y las ONGs salesianas hacen posible el inicio y el crecimiento de muchos proyectos misioneros en todos los continentes.

 

P. Alfred Maravilla, SDB

Consejero General para las Misiones



[1] Cf. A. Fernández, “Discurso en la Clausura del CG28”, en ACG 433, p.223-224.

[2] A. Fernández, “Llamada Misionera 2021” (8 de diciembre de 2020).

[3] Cf. SINODO DE OBISPOS, II Asamblea Extraordinaria (1985), Relatio finalis, II, C), 1.

[4] Ad Gentes n.19.

[5] Cf. Ad Gentes n.2; Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975), n.14.

[6] Cf. A. Fernández, “Lineas Programaticas del Rector Mayor”, en ACG 433, p.32.

[7] Cf. Francisco, Encíclica Fratelli Tutti (2020), n. 277.

[8] Cf. P. Chávez “Discurso en la Apertura del CG 27”, en GC27 p. 115; n.38.

[9] E. Ceria, Annali della Società Salesiana, I (SDB: Turín, 1888) p. 24.

[10] P. Albera, “Gli Oratori – Le Missioni – Le Vocazioni (13 de mayo de 1913) n.13, en Lettere Circolari di Don Paolo Albera ai Salesiani (SDB: Turín, 1922) p.133.

[11] Cf. L. Ricceri, “Le Missioni, Strada del Rinnovamento”, en ACS 267, p.14; Carta d’Identità della Famiglia Salesiana (SDB: Roma, 2012), n. 16.

[12] CG 19, p. 178.

[13] E. Viganò, “Llamamiento del Papa en favor de las Misiones”, en ACG 336, p. 10.

[14] A. Fernández, “Appartenere di più a Dio, di più ai Confratelli, di più ai Giovani”, en ACG 419, p.22-23.

[15] A. Fernández, “Lineas Programaticas”, p.71.

[16] Cf. L. Ricceri, “Noi Missionari dei Giovani”, en ACS 279, p.6-7; CG 22, n.13.

[17] Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013) n. 25; J.E. Vecchi, “Nuestro Compromiso Misionero en Cara al 2000”, en ACG 362, p. 8; F. Cereda, “Favorecer a las Comunidades Internacionales (GC27 75.5)”, en ACG 429, p.47-48.

[18] Cf. Ibid., p.50.

[19] Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mission (1990), n. 32, 65; E. Viganò, “Llamamiento del Papa”, p. 30-31.

[20] Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Vita Consacrata (1996), n. 30-31, 78.

[21] Cf. Ad Gentes n.23; Redemptoris Missio, n. 65.

[22] Cf. Fratelli Tutti, n. 284; Redemptoris Missio, n. 90.

[23] Cf. Carta de la Identidad de la Familia Salesiana, n. 10, 19.

[24] Cf. CG27, 75.5; E. Viganò, “Llamamiento del Papa”, p.10-11; F. Cereda, “Favorecer a las Comunidades Internacionales”, p.47-48.

[25] Cf. A. Fernandez, “Lineas Programaticas”, p.73.

[26] Cf. Redemptoris Missio, n. 34.

[27] E. Viganò, “Llamamiento del Papa”, p.12.

[28] CG20, n. 480.

[29] Cf. A. Fernandez, “Lineas Programaticas”, p.68-73.

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