¿LA
MISA? Ya me la se....
Me lo dijo un chico antiguo alumno de un colegio salesiano...Aún era muy joven. Andaba por segundo o tercer año de carrera.
La frase, u otra similar, la habremos escuchado en alguna ocasión. Incluso puede que hasta la hayamos dicho o pensado algunos de nosotros...
La expresión, en realidad, va dirigida a la falta de una auténtica catequesis sobre la Eucaristía. Y no me refiero a lo que hoy se denomina como “Catequesis de Iniciación” (preparación para la Primera Comunión), sino a la catequesis , en general, y muy especialmente a aquella que nos prepara para una fe adulta y madurada.
No nos podemos permitir que lo esencial de la vida cristiana, como es la Eucaristía, quede reducida a una expresión ritual sin contenido o a una simple presencia “normativa” (porque”es domingo y toca...”) y desprovista de aliciente y de energía evangélica, necesaria para afrontar situaciones de muy distinto calado que jalonan nuestra vida de cada día...
La Misa no es parte del programa dominguero: levantarse tarde, desayunar distinto, ir a misa de doce para terminar con unas cañas antes de dar buena cuenta de la paella o de la barbacoa...
La Misa no forma parte de programa alguno. Ella es el programa.
Nunca la Eucaristía es
igual a la de ayer o a la del domingo pasado. Todo es distinto:
Nosotros somos distintos. El problema, la situación de hoy, no es la de hace siete días...El mensaje de la Palabra es distinto, incide de forma distinta al corazón...El entorno es distinto: ¿conozco el pesar, la preocupación, el dolor o el gozo de quienes tengo a mi lado? ¿Creo tener todas las bazas en mi mano para dar salida a propuestas de hoy, distintas a las de ayer? ¿Podría encontrar la luz que necesito, que en tantas ocasiones me falta?
Transcribo, tan
sólo, un párrafo del último documento
que sobre la Liturgia, ha escrito el
Papa Francisco:
“La Fe cristiana, o es un encuentro vivo con Jesús, o
no es.
La Liturgia nos garantiza la posibilidad de tal encuentro. No nos sirve un vago recuerdo de la Última Cena, necesitamos estar presentes en aquella cena, poder escuchar su voz, comer su cuerpo y beber su sangre: lo necesitamos a Él. En la Eucaristía y en todos los sacramentos se nos garantiza la posibilidad de encontrarnos con el Señor Jesús y de ser alcanzados por el poder de su Pascua. (...) Yo soy Nicodemo y la Samaritana, el endemoniado de Cafarnaún y el paralítico en casa de Pedro, la pecadora perdonada y la hemorroísa, la hija de Jairo y el ciego de Jericó, Zaqueo y Lázaro, el ladrón y Pedro, perdonados... El Señor Jesús, que ‘ inmolado ya no vuelve a morir y sacrificado vive para siempre’ continúa perdonándonos, curándonos y salvándonos con el poder de los sacramentos....” (D.D. 11)
CUESTIONES:
1.
- ¿Es para tí
una ayuda la participación en la Eucaristía? ¿Qué te aporta el celebrarla?
¿Ta aburrre, más bien?
2.
- ¿Es
realmente la Eucaristía un encuentro personal
o comunitario con Cristo? ¿Qué habría que hacer para que así lo fuera?
3.- ¿Vives los silencios,
los símbolos, las respuestas y aclamaciones, la Palabra proclamada como algo
siempre nuevo, siempre por estrenar?
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