TEMA 1º
UN MOMENTO DELICADO PARA LA FAMILIA
Asistimos,
entre sorprendidos y casi siempre callados, a la implantación de un modelo
cultural en el que la familia puede estar, sumamente, amenazada. Casi nunca
aparece, con claridad, la dignidad que la familia tiene y su valor decisivo en
la maduración de las personas y en el bienestar de la sociedad.
La estructura familiar aparece
muchas veces rota. Más aún, da la impresión de ser ésta la situación normal sin
que se considere nunca lo que nos jugamos con el debilitamiento de la familia.
A esta situación se está llegando
por diversas circunstancias, entre las que no son intrascendentes las que se
refieren a la búsqueda desmedida del bienestar y la carrera hacia el consumismo
en que vivimos. Pero sobre todo, quienes tienen poder político o de
comunicación, imponen, o transmiten, una concepción de la familia en la que se
cuestionan, o se atacan, fundamentos sólidos de la familia. Entre otros:
La privatización que se hace de la familia. Nunca, como ahora, hemos
tenido más normas sobre la familia y su entorno. Pero nunca, como en estos
tiempos, nos encontramos con una defensa más brutal de lo privado en la
estructuración familiar. Lo que cuentan son los sentimientos, los gustos, el
deseo personal, las preferencias individuales, etc. En la práctica, los
vínculos sociales y morales, habitualmente, se minusvaloran.
La dignidad de la persona se olvida con frecuencia al referirla a la
familia. El aborto resulta la expresión más llamativa de una forma de entender
a la familia en la que las personas han dejado de ser un fin intocable para convertirse
en objetos de los que se puede disponer cuando se quiera. Este planteamiento
que afecta a la concepción y al nacimiento, atraviesa también las relaciones
entre los miembros de la familia y al final de la vida. La eutanasia empieza a
convertirse en normal cuando la persona pierde su centro y su dignidad. Lo que
estorba, o no produce, se puede cambiar, o eliminar, sin reparos.
Asistimos a un pernicioso juego sobre
la verdad del hombre y su misterio.
La primera verdad de la persona es que son hombre y mujer, porque la naturaleza
así lo dispone. La experiencia familiar se realiza en la relación y la entrega
de unas personas que son aceptadas en su originalidad y en su interioridad. Esto
sucede cuando las personas son respetadas en el misterio personal que cada
persona conlleva y en el misterio de Dios desde el que, finalmente, se definen.
De esta manera, la verdad de la persona, y de la familia, es lo que se pone en
peligro; al vaciarlo de valores se deshumaniza y la familia termina
convirtiéndose en una realidad sin sentido.
Con frecuencia, no se tiene en
cuenta el principio de la subsidiariedad
que tiene la familia. La familia tiene unos derechos que deben ser
respetados y protegidos por todos. Es una realidad socialmente arraigada que
merece se le reconozca su nivel de soberanía. Representa la familia un
patrimonio social al que se le debe ayudar para que realice sus propios fines y
no debilitarla con normas y actuaciones que asfixian su autonomía.
Esta situación amenazante no debería
hacernos olvidar y defender la plena vigencia de la familia fundada sobre el
matrimonio del hombre y la mujer. Son muchas las personas que testimonian su
valor siendo fieles al matrimonio y al valor insustituíble de la familia en el ámbito personal y social.
1.-Comentamos
la situación actual en que nos parece se encuentra la familia y concretamos
algunas consecuencias que se derivan de la aplicación de estas cuatro
orientaciones.
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