13 de octubre de 2020

¿SABÍAS QUE...? - Número 18

 


 

…que el nombre “salesiano” también pudiera tener su origen etimológico en el mensaje evangélico de ser sal para la tierra?

 

EL NOMBRE DE “SALESIANOS”

 

Hablar de los Salesianos en la sociedad actual es reconocer el triunfo de una educación escolar y cristiana con un estilo y un carisma muy definidos. El sistema preventivo se hace realidad en las casas salesianas, donde el ambiente de familia que se crea es muy apreciado por todos los alumnos que pasan por el patio. Salesianos incluye no sólo a los sacerdotes y demás miembros de la Congregación en sentido estricto, sino también a todos los miembros de la gran Familia Salesiana, tanto religiosos como seglares.

Pero el nombre de “salesiano” también tiene un origen etimológico. En principio, es conocido que proviene de San Francisco de Sales (1577-1622), obispo de Ginebra, a quien Don Bosco tomó como santo del lugar y santo del tiempo, el Doctor de la Iglesia se ofrecía como religión, razón y “amorevolezza”, para poder llevarlo a todos los lugares y tiempos. Ambos nacieron en Saboya, el obispo en la Alta Saboya (hoy Francia) y Don Bosco en la zona del Piamonte, que pertenecería a Italia, y donde tuvo mucha influencia la espiritualidad de San Francisco de Sales, fundamental para el proyecto de apostolado en favor de la juventud. Su estilo propone una santidad desde lo cotidiano y lo sencillo, pero destacando especialmente la amabilidad, la dulzura y la alegría interior. De ahí que Don Bosco propusiera este santo como origen de la Congregación.

Sin embargo, me gusta pensar que la definición también tiene relación con una expresión que contaron algunos chicos del oratorio, testigos de ella, y que salió de los propios labios de Don Bosco para indicar el carácter y la misión de sus hijos espirituales, quien exclamó (haciendo un juego de palabras de forma emblemática, diríamos): “Che sale siano!” (¡Que sean la sal!). Y sería bonito pensar que esto fue así, pues también a San Francisco de Asís le habían dicho “Tu vere sal es” (eres realmente sal), y el propio Jesucristo les había dicho a sus apóstoles que debían ser “sal de la tierra” (Mt 5, 13)[1], con toda la significación que tenía para los judíos (la sal da sabor a los alimentos y evita su descomposición).

Es una metáfora llena de contenido programático, igual que Jesús manda a sus Discípulos a contribuir a que las personas saboreen la vida y eviten caer en la corrupción de la misma, también Don Bosco se rodea de personas que saben dar sabor a la gente joven abandonada, evitando así su desgracia, haciendo así realidad el mensaje evangélico, somos llamados por el Señor para cumplir una misión en la vida: alegrar la de los demás, dando sabor a sus vidas, abriéndoles nuevas oportunidades a los jóvenes más necesitados, preparándoles para la vida eterna: ser sal de la tierra.

De cualquier forma, no podría darse mejor coincidencia entre la misión salesiana y el apostolado evangélico. Y esta idea es de actualidad eclesial en pleno siglo XXI, donde a los cristianos salesianos se nos pide una exigencia mayor si cabe, un compromiso con la juventud más débil y más necesitada, en una sociedad que está vaciando de Dios todos sus contenidos, que quiere dejar aislado el “ser” religioso.

 


No obstante, la verdadera definición, la etimológicamente válida y que mejor responde a la verdad, vincula a los hijos de Don Bosco al nombre y al espíritu de san Francisco de Sales[2]. “Que pueda decirse -afirmó Don Bosco- que donde hay un hijo de san Francisco de Sales, hay sal de sabiduría eterna que conserve y aliente a todos en el bien”[3].

Evidentemente, hoy día, la óptica se ha desplazado hacia Don Bosco, y la sigla, autorizadamente sancionada por las Constituciones y la Santa Sede, es: «Salesianos de Don Bosco, SDB»; pero en dicha nomenclatura hay que incluir la síntesis de ambos santos y recoger el brillo de toda su espiritualidad.

«A todos nos será útil -puntualizó Don Pablo Álbera- oírnos llamar salesianos, pues encierra un programa grandioso y el estímulo más eficaz para seguir las huellas del Santo que nos gloriamos de tener como padre y patrono»[4]. Don Bosco lo quiso como padre y patrono, lo escogió como modelo personal y de sus hijos, le dedicó el primer oratorio, su primera iglesia y su misma Sociedad religiosa. Lo había vislumbrado durante los años de su primera formación eclesiástica en Chieri, cuando formuló explícitamente un propósito: “Que la caridad y dulzura de San Francisco de Sales me guíen en todo”[5].

Tal propósito se concretó no sólo en la dulzura y el amor del sistema preventivo, sino también en la fuerza propulsora que caracterizó su apostolado, hasta llegar al empleo de los medios de comunicación social y a identificar acción y santidad, y abrirse a un ecumenismo concreto y anticipado. Consiguientemente, Don Bosco, lleno de fe en las posibilidades nativas de los jóvenes, abierto a sus necesidades y a sus pretensiones quizá justificadas, dio nueva vida a la figura amable de su modelo transalpino. “Con el nombre de salesianos -declararía a sus jóvenes- quiero referirme a cuantos se educaron con las máximas de este gran Santo. Así pues, todos sois salesianos”[6] (MB XVII, 177).

Y en el deseo misionero de su obra, también Don Bosco llegó a recordar a los misioneros de la Patagonia aquel nombre programático: “El espíritu de San Francisco de Sales -les escribía- es mi espíritu, y debe ser el espíritu de toda la Congregación en América y en todas partes...”[7].

 

 

PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Verdaderamente me siento sal de la tierra?

2. ¿Actúo en mi vida con las señas de identidad de San Francisco de Sales: dulzura, amabilidad y alegría interior?

3. ¿Qué significa para ti ser “salesiano” en el siglo XXI?

 

Puedes consultar más ampliamente las referencias de este artículo pinchando en los siguientes enlaces:

-          http://www.dbosco.net/mb/mbvol1/mbdb_vol1_412.html

-          http://www.dbosco.net/mb/mbvol10/mbdb_vol10_1013.html

-          http://www.dbosco.net/mb/mbvol11/mbdb_vol11_437.html

-          http://www.dbosco.net/mb/mbvol17/mbdb_vol17_157.html

-          http://www.dbosco.net/mb/mbvol18/mbdb_vol18_380.html

-          https://www.sdb.org/es/Don_Bosco/Biografiche/Documentos/Don_Bosco_Educatore_ultimo_qui_es

-          http://iss.sdb.org/wp-content/uploads/2017/06/Epistolario-IV.pdf

 

 



[1] Evangelio de Mateo 5, 13: «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla y que la pise la gente››.

[2] MBe X, 1013; XVIII, 380-381.

[3] MBe XI, 437-438.

[4] Cartas circulares, Turín 1965, pág. 213.

[5] MBe I, 412.

[6] MBe XVII, 157.

[7] Epistolario IV, 333.

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