…Don Bosco siempre tuvo presente a la
Virgen en su vida, y que la veneró bajo distintas advocaciones hasta llegar al
título de María Auxiliadora?
LAS
ADVOCACIONES MARIANAS DE DON BOSCO
Ahora que
vamos a comenzar el mes de mayo, por excelencia el mes de la Virgen, me
guastaría que conociéramos las advocaciones marianas en la vida de Don Bosco,
no sólo la de María Auxiliadora, sino todas aquéllas a las que de una u otra
forma fueron objeto de su atención y devoción en algún momento de su vida.
Debemos comenzar
con el recuerdo a la persona que lo inició en el amor a la Virgen, su madre
Margarita, quien le enseñó a rezar el Rosario y a rezarle ese Ave María que
luego fue el inicio catequético con Garelli de lo que conocemos como Oratorio.
Fue Mamá
Margarita quien animó y enseñó a Don Bosco a conocer y a amar desde niño a la
Madre de Dios, primero por medio del rezo del Angelus Domini, y
posteriormente con el rezo del santo Rosario, de ahí que la primera advocación
que conoció fue la de Nuestra Señora del Rosario, devoción que supo
difundir entre sus amigos y chicos de las poblaciones de su entorno, en la
escuela, en el Seminario, en el Convitto y en el Oratorio. En circunstancias
solemnes o en momentos críticos su madre siempre le había recomendado “¡Sé
devoto de María!”. Y a medida que crecía gustaba cada vez más la dulzura de
esta devoción hecha de absoluta confianza y filial amor.
En el sueño
de los nueve años, recibió a la Virgen como maestra que le va a orientar y
guiar en su labor. Antes de partir para el Seminario recibió de su madre esta
gran advertencia: “Cuando viniste al mundo, te consagré a la Santísima Virgen;
cuando empezaste tus estudios te recomendé la devoción a Nuestra Madre; ahora
te recomiendo que seas enteramente suyo: ama a los compañeros devotos de María
y si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María”.
¡Qué mensaje más significativo para nuestros hijos o nietos!
Don Bosco procuró
hacerlo, se rodeó de compañeros devotos de la Virgen, algunos de los que le
sobrevivieron declararon sus irresistibles invitaciones a seguirle a la Iglesia
para rezar las Vísperas de la Virgen u otras oraciones en honor a la Madre de
Dios. Siendo estudiante de filosofía, se consideró muy dichoso en subir por
primera vez al púlpito para pronunciar un discurso sobre la Virgen del Rosario,
primicia de su multiforme predicación mariana hasta su muerte.
Cuando Don
Bosco llegó a Turín a continuar sus estudios, se confió a la Virgen bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Consolación (Consolata), patrona de
la ciudad y con la que solía procesionar con sus chicos. Esa imagen con la que
procesionaban ha sobrevivido hasta la fecha, aunque también Don Bosco llegó a
invocarla como Virgen del Rosario.
A mediados
del siglo XIX hubo un suceso importante en Turín en torno a un cuadro de la
Virgen que recibió la advocación de Madre de la Misericordia, a la que
Don Bosco también se unió con gran fervor.
Otra de las
advocaciones muy queridas por Don Bosco fue la de la Santísima Madre de
Jesús, a quien rezaba junto a sus muchachos pidiéndole les ayudara a
conservar la castidad, tanto fue así que mandó derribar un muro para ampliar la
veneración. En una ocasión llegó a tener en la sacristía una hermosa pintura que
replicaba fielmente el cuadro de la Virgen de Foligno, cuyo original
había sido pintado por el insigne Rafal Sanzio. Algunos salesianos pensaron que
por ser un cuadro precioso en su belleza y en su coste monetario, lo habría de
usar como premio en un sorteo que ya tenían pensado realizar o bien como
obsequio para algún bienhechor; sin embargo, lo conservó y mandó a imprimir y
repartir miles de copias.
También Don
Bosco organizó varias peregrinaciones y paseos que concluían en una visita a
santuarios de la Virgen bajo distintos títulos memorables para él, como lo
fueron la Virgen de la Salve, Nuestra Señora de las Nieves, la Virgen de las
Gracias, y otras tantas advocaciones.
Particular
importancia tuvo para Don Bosco la solemnidad de la Inmaculada Concepción,
no sólo por ser un dogma universal de la Iglesia Católica, sino también porque
en su festividad dio inicio su obra del Oratorio festivo, justamente un 8 de
diciembre, fecha establecida por el Papa Pío IX para honrar a María Santísima
con aquel título.
Todas
aquellas advocaciones acompañaron buena parte de la vida de Don Bosco; sin
embargo, sintió la necesidad de encontrar una advocación mariana, quizás ya
existente, pero con la que pudiera identificarse aún más. Fue consecuencia de
los tiempos políticamente convulsos para la sociedad y para la Iglesia de su
tiempo, así como por los problemas, limitaciones, ataques y contradicciones
vividas por el propio Don Bosco, que dispuso confiarse a la Madre del Cielo de
forma definitiva bajo el título de María Auxiliadora de los Cristianos. Ya
desde entonces indiscutiblemente unida a D. Bosco, que es también para los
jóvenes signo de esperanza, ayuda y consuelo.
D. Bosco
procuraba infundir en los demás la confianza filial que hacia la Virgen sentía.
Constantemente brotaban de sus labios filiales advocaciones y acciones de
gracias por los innumerables beneficios recibidos del poder de María
Auxiliadora. Con frecuencia exclamaba “¡Cuan buena es María!”. En sus
cartas encontramos a menudo frases como: “la Santísima Virgen nos conserve
siempre suyos”, “Recurre con fe a María, Ella es madre piadosa que quiere y
puede favorecer a sus hijos”. Se le oyó decir que no había dado un paso sin
recurrir a María. Su deseo era llevar a todos sus hijos (salesianos y jóvenes)
a los pies de María, ofrecérselos a Ella, ponerlos a todos bajo su protección y
hacer que todos sean santos. “La Santísima Virgen os bendiga a todos y nos
ayude desde el Cielo, mientras nosotros ponemos el mayor empeño para merecer su
santa protección en la vida y en la muerte”.
Fue a Ella a
quien construyó un magnífico santuario en Turín, fue a Ella a quien atribuyó
todo el bien que realizaban los salesianos; fue por la intercesión de María
Auxiliadora que vio llegar las tan necesarias cantidades de dinero para sus
obras a favor de los jóvenes más necesitados. De María Auxiliadora obtuvo la
curación de muchos enfermos. En lo alto de la cúpula de la Iglesia, mandó
colocar la estatua de la Virgen para proteger a sus muchachos de los rayos que constantemente
asolaban la casa. Fue a María Auxiliadora de los Cristianos a quien encomendó a
sus primeros misioneros enviados a América; fue a Ella a quien con tanto amor
compuso una oración que, con el devenir de los tiempos, se sigue rezando. Había
sido a María Auxiliadora, durante una terrible epidemia, a quien le hizo la
promesa que, si él y sus muchachos socorrían a las personas infectadas de
cólera, ninguno de ellos moriría, pues gozarían de su amparo. Fue de María
Auxiliadora de quien Don Bosco al final de sus días exclamó: ¡Ella lo ha hecho
todo!
Su devoción
y amor a la Virgen tiene un puesto especial en su vivencia de fe. El
pensamiento y la invocación a María por Don Bosco nunca dejo de vibrar ni en su
corazón ni en sus labios.
Su conocido
amor a la Virgen es algo que ha sabido transmitir a sus salesianos y a todos
los que han pasado por una obra salesiana, es un signo distintivo de los
antiguos alumnos el llevar siempre una imagen de María Auxiliadora en la
cartera, y que es orgullosamente mostrada siempre que hay ocasión. Por eso, en
este mes de mayo, pese a las dificultades del confinamiento por la terrible
pandemia que nos asola, busquemos un momento diario para encontrarnos con María
y sentirla como madre y esperanza nuestra.
PARA LA REFLEXIÓN
1.
Como AA.AA.DB. ¿cómo tengo
a la Virgen presente en mi vida diaria, qué signos muestran esa presencia?
2.
¿Cuáles son las
advocaciones marianas a las que les tengo mayor devoción y por qué?
3.
Qué ejemplos concretos de
mi vida son muestra de mi amor hacia Ella y de Ella hacia mí o los míos.
Para
profundizar en el tema sirva la siguiente bibliografía.
a)
AA.AA.DB.
del Centro de Formación Profesional P. Bartolomé Ambrosio, SDB, DON BOSCO
“UN HOMBRE DE LEYENDA”, Guatemala, 2017, pág. 84-86.
b)
Formación
Salesiana. Etapa III. Hogares Don Bosco. DON BOSCO Y SU DEVOCIÓN A MARÍA.
c)
Lemoyne,
Juan Bautista, MEMORIAS BIOGRÁFICAS DE DON BOSCO, Editorial CCS, Madrid,
1981.
d)
Bosco,
Teresio, UNA BIOGRAFÍA NUEVA, Editorial CCS, Madrid, 1979.
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