
Los aciagos momentos que
vivimos pueden facilitarnos la interiorización, la introspección en la vida de
Jesucristo; debemos meditar su pasión, su muerte, su entrega por la salvación
de la humanidad, eso es vivir la semana santa. Rememorar su entrega total e incondicional
por todos nosotros nos llevará a la meditación y a la oración que tendrá su
culmen los días del Jueves y Viernes Santo.
Conocedores de que no hay
amanecer sin ocaso, ni inicio sin final, Jesucristo nos dice directamente a
cada uno de nosotros, que por su sacrificio, no hay muerte sin resurrección.
Jesús es portador de esperanza, y podremos disfrutar, junto con Él, de la
Pascua que nos anticipa nuestra propia vida eterna. El Padre entregó al Hijo
para darnos el mayor de los dones, somos testigos de la luz en Cristo
Resucitado.
Diego Aragón Yuste
Presidente Regional
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