14 de enero de 2020

¿SABÍAS QUE...? - Número 9






…En el año 1884 se celebró en Turín la Exposición Nacional y que el Oratorio de Valdocco participó ocupando un pabellón dedicado totalmente a la  imprenta (según las crónicas de la época, fue uno de los pabellones más visitados por el público en general y por personalidades de alto rango), y que incluso lo visitó un sencillo sacerdote llamado Aquiles Ratti, quien con el tiempo sería proclamado Papa, bajo el nombre de PIO XI?

DON BOSCO Y LA EXPOSICION NACIONAL DE TURÍN
El día 26 de abril de 1884 se inauguró solemnemente en Turín la Exposición Nacional de la Industria, la Ciencia y las Artes, con la intervención de la familia real italiana, del cuerpo diplomático y los dignatarios del Estado.
Don Bosco hizo su petición en mayo de 1833 para presentar la tipografía salesiana, con su rica producción, y se le asignó un puesto conveniente en la galería (pabellón) para la didáctica y la librería, en la que figuraban los productos de las artes gráficas. Allí, pues, mandó trasladar mil volúmenes de todo tamaño y calidad: científicos, literarios, históricos, didácticos, religiosos, ediciones ilustradas; el Boletín Salesiano en tres lenguas: italiana, francesa y española[1]; además, ensayos de dibujo y de todo lo que se refería a escuelas elementales, técnicas y de bachillerato clásico. Todo este material fue colocado en estantes de elegante estructura, donde se destacaban muy bien variadas y preciosas encuadernaciones. También todo el conjunto estaba ya preparado, cuando tuvo lugar la inauguración. Se había encargado una nueva y valiosa máquina para la fabricación de papel que requirió de un pabellón completo, donde se colocó junto con otras máquinas necesarias para la producción de un libro. La nueva galería medía 55 metros de longitud por 20 de ancho. Sobre la puerta de entrada se leía:
DON BOSCO
FABRICA DE PAPEL, TIPOGRAFIA, FUNDICION,
ENCUADERNACION Y LIBRERIA SALESIANA
En esta época, parecía un verdadero anacronismo un cura expositor en una exposición nacional y en la sección del trabajo. Por eso muchos, al pasar por delante y leer aquella inscripción, sonreían, imaginando que se iban a encontrar con objetos de sacristía, que no les interesaría lo más mínimo. Pero, al entrar se quedaban totalmente impresionados por dos novedades: el trabajo y los obreros.
Estos, jóvenes de diversas edades, se ganaban la simpatía de los visitantes por la aplicación, compostura y serenidad con que cada uno atendía a cumplir bien su papel. El trabajo a su vez cautivaba la atención general desde el primer momento hasta el fin. De suerte que aquel departamento constituyó para el público una de las más interesantes atracciones en la gran exposición.
La intención de don Bosco había sido dar una demostración práctica del múltiple trabajo que requiere la producción material del libro. Y allí la curiosidad del público asistía al proceso gradual, por el que un montón de trapos sucios terminaban, por ejemplo, en un elegante volumen de poesía. No faltaban los preliminares más realistas: división y selección de los trapos, su desempolvadura, lixiviación y reducción a pasta[2]. Venía después toda una compleja acción mecánica; los cilindros refinadores de la pasta, la caldera con los accesorios para introducir la pasta en los engranajes, el aparato para producir papel continuo, el cortapapel para dar a las hojas el formato pedido; el laminador, la prensa y todo lo necesario para disponer el papel por paquetes y resmas. Ver aquella pasta láctea purificarse paso a paso de toda clase de impurezas, despojarse de los últimos restos fibrosos, soltar el agua, tomar la forma de tejido, consolidarse y, una vez seca, alisada, satinada, enrollarse y rayarse, ofrecía un espectáculo que casi nadie había tenido ocasión de contemplar.
Junto a la calandria o rodillo para dar lustre al papel, había una prensa de cuatro columnas con un indicador dinámico, original de don Carlos Ghivarello. Venían inmediatamente después dos maquinitas para la fundición de caracteres; se veían salir de ellas bonitas y limpias las letras para pasar a las vecinas cajas de los cajistas. Seguía después una gran máquina tipográfica en movimiento (imprimía la novela Fabiola y el catecismo breve); a continuación todos los utensilios para encuadernar y, por último, la venta del libro[3].
La prensa dijo que ésta era la reina de las máquinas que se encontraban en la Exposición. Don Bosco recibió las felicitaciones más entusiastas de muchos señores de consideración, que le fueron presentados.
La finalidad de Don Bosco con la participación en la Exposición tenía un doble sentido, uno de orden religioso y otro moral: demostrar que el clero apreciaba las artes y su progreso, y dar un buen ejemplo con la santificación de los días festivos. Este matiz religioso le conllevó los ataques de la prensa en un entorno tan anticlerical como el existente en ese momento. También le trajo el ataque y la crítica de los Protestantes.
Sin duda alguna, la galería de Don Bosco era la más visitada de la Exposición y de las pocas donde a apiñaban los visitantes, quienes salían sorprendidos y maravillados de lo que veían allí. Uno de los visitantes fue Aquiles Ratti, quien ya visitó el Oratorio en alguno otra ocasión y había conocido a Don Bosco, manteniendo una buena amistad. Unos años más tarde fue nombrado Papa, Pío IX.
Al tiempo de la clausura de la Exposición era necesario asignar los premios a los expositores. Cada sección había nombrado su jurado y se procedió al correspondiente examen, constituyéndose el jurado de revisión, quienes examinarían las reclamaciones contra las decisiones formuladas, si bien no eran definitivas. Cuando don Bosco se enteró del fallo que le concernía, le pareció que se le adjudicaba un premio muy inferior al merecido. De la máquina de papel no se hacía ninguna mención, por no ser de fabricación italiana, y se le concedía por los productos del arte tipográfico en general una simple medalla de plata. En realidad, los manejos para minusvalorar la actividad editorial de don Bosco habían comenzado con anterioridad; en efecto, el diario oficial de la Exposición había publicado que, en la galería de don Bosco, no se imprimían más que «obras vulgares, mejor dicho, vulgarísimas». Se hizo observar en seguida la falsedad de aquel juicio, contra el que clamaba también el hecho de que allí mismo se estaba imprimiendo precisamente Fabiola, obra elegante, ilustrada con cien grabados. Pero no se quiso reparar el error y el jurado premió simplemente la Tipografía Salesiana con medalla de plata «por su gran difusión de prensa en todo el mundo, por lo módico de los precios y, también, por la grandiosa instalación de la galería especial, con la que, del trapo al papel y de éste a la impresión y encuadernación, se obtiene el libro».
Don Bosco salió en defensa de sus derechos, primero haciendo sus observaciones a la Comisión ejecutiva y posteriormente presentando sus protestas al Jurado de revisión, añadiendo que, si no se cambiaba el fallo en los puntos discutidos, él renunciaría a todo reconocimiento oficial, satisfecho con el aplauso, que con abundancia le había rendido el público. En la carta que dirigió a la Comisión Ejecutiva hacía observar la cantidad de publicaciones y la tirada de las mismas que se hacían en la Tipografía de Turín: “…la publicación mensual de Clásicos Italianos expurgados para uso de la juventud y científicamente anotados que, hace dieciséis años, se está imprimiendo en mi Tipografía de Turín, cuyos ejemplares sobrepasan ya los trescientos mil; la publicación mensual de nuestras Lecturas populares en edición económica, que alcanzó desde su origen el año trigésimo tercero y cuyos ejemplares superan la cantidad de dos millones; la centésima reimpresión del Giovane Provveduto (El Joven Instruido), cuyos ejemplares alcanzaron los seis millones y otras obritas de menos bulto y de igual naturaleza, cuya difusión es incalculable; y los Clásicos Latinos y Griegos con sus correspondientes Gramáticas, compuestos por Profesores de mis Institutos, apreciados y elogiados por personas competentes y universalmente aceptados, como lo prueban las abundantes y frecuentes ediciones, que de ellos se hicieron”, además de otras obras de Historia, Pedagogía, Geografía, Aritmética, todas al alcance de cualquier persona y con una gran difusión. Hacía ver que tales eran motivos más que suficientes para que le adjudicaran un premio mejor al concedido, de mejor calidad y mayor cantidad que sus competidores. También hizo otras observaciones:
a)     Todos los trabajos realizados en las Tipografías de Don Bosco eran realizados por jóvenes.
b)     No se hizo una valoración correcta de los trabajos realizados en comparación con otros presentados.
c)      Pese a llevar a la Exposición una máquina de papel extranjera, su uso como medio no debiera privarse de la finalidad para la que fue adquirida de ampliar la producción.
d)     No se tomaron en consideración la función tipográfica, la composición e impresión de libros, su encuadernación, todo realizado en el propio pabellón, ante los ojos del público.
e)     Tuvieron el unánime juicio favorable del público como el mejor participante.
Concluía Don Bosco su carta diciendo que para él eran premio suficiente el aprecio del público, y que le era bastante el haber podido concurrir a la grandiosa Exposición del ingenio y la industria italiana y haber demostrado con los hechos el interés que, en el curso de más de cuarenta años, he tenido siempre por promover, junto con el bienestar moral y material de la juventud pobre y desamparada, el verdadero progreso también de las ciencias y de las artes.”
Sin embargo, el Jurado de Revisión no se dignó dar ni siquiera a revisar ninguna de las observaciones hechas por Don Bosco, tan sólo añadió a la medalla de plata por la producción tipográfica un irrisorio certificado de benemerencia[4] por la máquina de papel, equivalente a una pura y seca muestra de agradecimiento, como la que se entregaba a todos los expositores de la Galería del Trabajo.

PARA LA REFLEXIÓN
1. ¿Qué puedes decir sobre cualquier participación que hayas tenido en algún acto, concurso, exposición…, bien como autor bien como público? ¿Qué razones te llevaron a ello?
2. ¿Has sentido alguna vez que debieran haberte considerado más por el trabajo realizado? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué hiciste al respecto?
3. ¿Cómo encajas este episodio de Don Bosco en su obra? ¿Crees que actuó bien, pudo hacer más, cómo lo habrías hecho tú? ¿A qué episodio de tu vida o de tu entorno te recuerda?

Puedes consultar más ampliamente la historia de Don Bosco en la Exposición Nacional de Turín pinchando en los siguientes enlaces:
-          Memorias Biográficas: http://www.dbosco.net/mb/mbvol17/mbdb_vol17_214.html
-          Catálogo Oficial de la Exposición Nacional de Turín 1994:


[1] El Boletín en español se imprimía en Buenos Aires.
[2] La pasta que se preparaba en la Galería no era suficiente para la producción diaria; por lo cual se adquirió a este propósito un carro-cuba, llevar cada día la cantidad necesaria. La máquina producía unos diez tales de papel diarios.
[3] También se adquirió un carro de cuatro ruedas, como los que se utilizan el servicio a domicilio de las mercancías llegadas por ferrocarril y, con él, se llevaba cada mañana el material necesario para las diversas secciones y el abastecimiento del personal, que hacía allí mismo la comida del mediodía. Entre adultos y muchachos atendían a los trabajos unas veinte personas.
 [4] Este vocabulario actualmente está en poco uso y se refiere a una acción que se hace a un hombre que es digno de ser elogiado, premiado o que es castigado o sancionado, el resultado de los buenos actos que hace aprecio o digno de una persona.

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