27 de agosto de 2019

¿SABÍAS QUE...? - Número 2



…Don Bosco, aplicando sus dones innatos de liderazgo, y para atraer hacia el bien a sus compañeros de estudios, fundó la Sociedad de la Alegría como un camino de santidad?

LA SOCIEDAD DE LA ALEGRÍA
En 1831, superadas algunas dificultades familiares, completó los estudios básicos e inició los de humanidades, primero en Castelnuovo y, más tarde, en Chieri. Para costearse los estudios, realizó toda clase de trabajos: dio clases particulares, se empleó como aprendiz de sastre…
Sus compañeros del Instituto le apreciaban de veras. Se lo pasaban bien con Juan, que con sus habilidades de prestidigitador los tenía embobados. Él seguía pensando que esos dones que Dios le había concedido los debían emplear en beneficio de las almas. Y un día se le ocurrió reunir a sus compañeros para proponerles fundar una sociedad. Les dijo: Una sociedad es una reunión de muchachos que trabajan y estudian durante la semana y el domingo se divierten… Ya he pensado en el nombre: se llamará Sociedad de la Alegría, porque estaremos siempre alegres… ¿Quién se apunta?
Varios querían ser los primeros en apuntarse, pero antes de tomar sus nombres, Juan quiso exponer los requisitos para ser socio: ¡Un momento! Antes tengo que explicaros las condiciones… Lo primero es que no se admitirán socios mal hablados. Al que blasfeme o diga obscenidades se le expulsará en el acto. Otra condición es que no se admitirán a los vagos. Tampoco admitiremos a los que no estén dispuestos a ser buenos cristianos. Los que no quieran ir a Misa, ni confesarse cuando haga falta, no caben en esta sociedad. ¿Vale?
Unos quince decidieron apuntarse, y el primer acto de la nueva sociedad fue visitar a la Virgen en uno de sus santuarios.
Además, les dio un Reglamento muy sencillo:
1.      Ninguna acción, ninguna conversación que pueda avergonzar a un cristiano.
2.      Cumplir con los propios deberes escolares y religiosos.
3.      Estar alegres.
La alegría es como un clavo que Don Bosco lleva clavado en la mente. Domingo Savio, su alumno predilecto, llegará a decir: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”. La alegría es para Don Bosco una profunda satisfacción que nace del saberse en las manos de Dios y, por tanto, en buenas manos.
Decía Don Bosco: “En 1832 mis compañeros me honraban como a un capitán de un pequeño ejército”. Jugaban al tejo, a los zancos, saltaban, corrían. Se organizaban partidos animados y alegres. Cuando estaban cansados, subía Juan a una mesita plantada sobre la hierba y les hacía juegos de manos. Sacaba de una bolsita hasta cien pelotas coloradas y una docena de huevos de un bote vacío. Recogía bolitas en la punto de la nariz de los espectadores, adivinaba el dinero que tenía en el bolso; con un simple golpe de sus dedos, reducía polvo monedas de cualquier metal». Lo mismo que en I Becchi, todo aquel jolgorio terminaba con las oraciones.
Fueron famosos en Chieri su piedad y su temple, sus habilidades y su maravilloso aprovechamiento en los estudios; tal es así que muchas familias le buscaban para que ayudara a repasar a sus hijos; algunos, compañeros de clase, y otros, de clases superiores de humanidades y retórica; así empezó a dar clase y a atender alumnos en las casas particulares. El objetivo principal de Juan era hacer el bien, aunque tampoco rechazaba las pequeñas retribuciones que le ofrecían, de forma que –gracias a la Providencia- no le faltaban los medios para proveerse de lo que necesitaba: ropa, objetos de clase y demás gastos, sin ocasionar molestias a la familia. Por todas partes le llamaban para entretener a las familias, y él se prestaba a ello de buena gana, siempre que podía hacerlo sin daño para sus estudios o la virtud. Era consejero de los compañeros, era pacificador y hasta maestro en el camino de la perfección. Efectivamente, la Sociedad de la Alegría seguía sus actividades, con gran provecho para sus asociados.
La Sociedad de la Alegría tuvo éxito. Sus miembros acudían regularmente a una iglesia cercana para recibir clases de catecismo y, todas las semanas, los socios se reunían para charlar y rezar. Los domingos, junto con otros amigos, hacían deporte o realizaban excursiones. Si hacía mal tiempo, Juan les entretenía con sus piruetas y juegos de manos. Ya era un auténtico juglar de Dios, un apóstol de los jóvenes.
Sin duda Don Bosco supo crear un tipo de santidad, la de la alegría.

PARA LA REFLEXIÓN
1. ¿Cuál es hoy mi “Sociedad de la Alegría”?
2. ¿He aceptado mi sufrimiento o el de mis seres queridos como algo que me acerca más a Dios?
3. En mi camino de santidad, ¿participo de forma alegre?


Puedes consultar lo relativo a la Sociedad de la Alegría en las Memorias Biográficas de Don Bosco pinchando en los siguientes enlaces:

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