queridos jóvenes,
Permitidme que comparta con vosotros este mensaje que sale de lo más profundo de mi
corazón. Os lo transmito con todo el afecto, aprecio y estima que siento por todos y cada uno de
vosotros, comprometidos en la misión de ser educadores, pastores y animadores de los jóvenes en
todos los continentes.
Todos somos conscientes de que la educación de los jóvenes exige cada vez más adultos
significativos, personas que tengan una columna vertebral moralmente sólida, capaces de
transmitirles esperanza y visión de futuro.
Aunque todos nos encontramos comprometidos a caminar con los jóvenes, acogiéndolos en
nuestros hogares, ofreciéndoles oportunidades educativas de todo tipo, en la variedad de entornos
que aportamos, también somos conscientes de los retos culturales, sociales y económicos a los que
nos enfrentamos.
Junto a estos retos, que forman parte de todo proceso educativo pastoral, pues se trata
siempre de un diálogo continuo con las realidades terrenas, reconocemos que, como consecuencia
de las situaciones de guerras y conflictos armados en diversas partes del mundo, la llamada que
vivimos se hace más compleja y difícil. Todo ello repercute en el compromiso que perseguimos.
Es alentador comprobar que, a pesar de las dificultades a las que nos enfrentamos, estamos
decididos a seguir viviendo nuestra misión con convicción.
En los últimos meses, el mensaje del Papa Francisco y ahora la palabra del Papa León XIV
invitan continuamente al mundo a mirar de frente a esta dolorosa situación que parece una espiral
que crece de manera espantosa. Sabemos que las guerras nunca producen paz. Somos conscientes,
y algunos lo vivimos en primera persona, de que todo conflicto armado y toda guerra trae consigo
sufrimiento, dolor y aumenta todo tipo de pobreza. Todos sabemos que quienes en última instancia
pagan el precio de tales situaciones son los desplazados, los ancianos, los niños y los jóvenes que
se encuentran sin presente y sin futuro.
Por esta razón, queridos hermanos y queridos colaboradores y jóvenes de todo el mundo,
quisiera pediros amablemente que, para la fiesta del Rector Mayor, que es una tradición que se
remonta a los tiempos de Don Bosco, cada comunidad en torno a la fiesta del Rector Mayor celebre
la Santa Eucaristía por la paz.
Es una invitación a la oración que encuentra su fuente en el sacrificio de Cristo, crucificado
y resucitado. Una oración como testimonio para que nadie permanezca indiferente en una situación
mundial sacudida por un número creciente de conflictos.
Es un gesto de solidaridad con todos aquellos, especialmente salesianos, laicos y jóvenes,
que en este momento particular, con gran valentía y determinación continúan viviendo la misión
salesiana en medio de situaciones marcadas por la guerra. Son salesianos, laicos y jóvenes que
piden y agradecen la solidaridad de toda la Congregación, solidaridad humana, solidaridad
espiritual, solidaridad carismática.
Aunque por mi parte y por parte de todo el Consejo General estamos haciendo todo lo
posible para estar muy cerca de todos de manera concreta, creo que en este momento concreto ese
signo de cercanía y de aliento debe darlo toda la Congregación.
A vosotros, nuestros queridos hermanos y hermanas de Myanmar, Ucrania, Oriente Medio,
Etiopía, el este de la República Democrática del Congo, Nigeria, Haití y Centroamérica, queremos
deciros en voz alta que estamos con vosotros. Os damos las gracias por vuestro testimonio. Os
aseguramos nuestra cercanía humana y espiritual.
Sigamos rezando por el don de la paz. Sigamos rezando por estos hermanos nuestros, laicos
y jóvenes que, viviendo en situaciones muy difíciles, siguen esperando y rezando para que surja la
paz. Su ejemplo, su entrega y su pertenencia al carisma de Don Bosco, es para nosotros un poderoso
testimonio. Ellos, junto con tantos consagrados, sacerdotes y laicos comprometidos, son los
mártires modernos, es decir, testigos de la educación y de la evangelización, que, a pesar de todo,
como verdaderos pastores y ministros de la caridad evangélica, siguen amando, creyendo y
esperando un futuro mejor.
Asumimos de todo corazón este llamamiento a la solidaridad.
Gracias, señor.
P. Fabio Attard, sdb
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