23 de marzo de 2021

¿SABÍAS QUE...? - Número 24

  


… Don Bosco fue un verdadero transformador social de su época, supo cambiar la vida de miles de jóvenes aplicando su sistema preventivo, supo tener con ellos otra mirada diferente a la de la sociedad del ottocento italiano?

 

DON BOSCO EN LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL DEL SIGLO XIX

 

Don Bosco fue un verdadero motor de cambio social de su época, no sólo por la situación socio política del momento en Europa y, especialmente, en Italia, sino a nivel cultural, religioso, educativo, pedagógico. No fue un cura más de su época, sino que sigue siendo un referente universal. El Rector Mayor D. Pascual Chávez, decía a los SDB en el CG 25 celebrado en 2002 que tienen una responsabilidad histórica: “estamos llamados a encarnar a Don Bosco”, y esa tarea no es fácil sin “conocer a Don Bosco, hasta convertirlo en nuestra mens, en nuestro punto de vista, en nuestro modo de obrar ante las necesidades de los jóvenes (…). Es el don más precioso que Dios nos ha hecho: Don Bosco, camino seguro para la realización humana y, sobre todo, para el seguimiento de Cristo. De ahí que haya que amarlo, imitarlo, porque todos somos herederos y transmisores de su espíritu”[1]. Este deseo del Rector Mayor de “volver a Don Bosco”, significa no solo amarlo, estudiarlo, imitarlo, invocarlo, hacerlo conocer, sino que también es fundamental conocer su historia, el estudio de los orígenes de la Congregación, máxime cuando tanto su persona como su época histórica y el entorno religioso, cultural, socio-político nos queda tan lejos y nos resultan menos familiares.

Los tiempos de Don Bosco también fueron momentos importantes de cambios sociales, revolucionarios, políticos, económicos, migratorios. Nuestra sociedad actual, también está pasando por momentos de cambio de era, una que aún no tiene nombre unánimemente aceptado, pero lo que sí tenemos claro es que nos movemos en tiempos de cambio, y de cambios importantes, igual que en la época de Don Bosco. Por tanto, vamos a ver brevemente cómo se enfrentó Don Bosco a esos tiempos de cambio del siglo XIX para llegar a ser considerado como un referente mundial.

 

DON BOSCO COMO TRANSFORMADOR SOCIAL

Una persona no puede definirse solo por la familia en la que nace, sino también considerando el contexto y la cultura en la que vive, por cuanto la realidad social, el tejido cultural y el devenir histórico que protagonizamos determinan nuestra libertad como seres humanos. Por eso es necesario conocer el contexto histórico que le tocó vivir a Don Bosco para comprender mejor su figura.

Momento histórico

Cuando nace Don Bosco el 16 de agosto de 1815, se acababa de celebrar el Congreso de Viena (1814) que pretendía la restauración del Antiguo Régimen. Frente a las ideas de la Revolución Francesa (1789), la expansión napoleónica por Europa, el contagio de las ideas liberales de la Constitución Española de 1812, la tradición existente de la política absolutista se revela contra los nuevos movimientos, se niegan a perder su poder, pero el fenómeno revolucionario es imparable, de tal forma que se imponen nuevas tendencias políticas con notable influencias sociales y administrativas.

El Siglo XIX se caracteriza por ser una continua lucha social y revolucionaria, de enfrentamientos bélicos y de pérdida del poder terrenal de la Iglesia. Nos encontramos en un momento donde el fenómeno migratorio en Europa es importantísimo: las grandes ciudades comienzan a recibir un ingente número de personas que vienen de los pueblos limítrofes y alrededores, por lo general se incrementa la población en torno al 20% en las grandes ciudades. Vienen huyendo de la pobreza rural, del hambre, de la guerra, en búsqueda de una nueva oportunidad que le brinda la Revolución Industrial, luchan por un porvenir. ¿Nos suena todo eso?

Podemos señalar una serie de datos muy significativos de la zona del Piamonte extraídos de la magnífica obra de Giuseppe Bracco “Torino e Don Bosco”[2]:

HORARIOS

Los mercados de alimentos comenzaban a vender al amanecer y cerraban a las 8 de la mañana en primavera y en verano, y a las 10 en las otras estaciones; los funerales se celebraban entre las 5 y las 6,30 de la mañana, y siempre antes de las 8; las misas dominicales con prédica eran a las 5 o a las 6; los ahorcamientos congregaban un gran número de espectadores a las 5 de la mañana; las carreras de caballos se disputaban entre las 6 y las 7; en el Hospital de San Juan, se dispensaban los sacramentos por el sacerdote a las 4,15 (5,30 en invierno), donde el almuerzo era a las 10 y la cena a las 17 horas.

POBLACION

Tras la Revolución Francesa en 1789 hay un descenso de la población, pasando de 92.000 mil a 81.000 habitantes en 1800, fundamentalmente debido a las guerras del momento. A partir del nacimiento de Don Bosco la población comienza a crecer en las grandes ciudades como Turín, fundamentalmente debido a los movimientos migratorios, pasando de 84.230 habitantes censados en 1814 a 122.424 en 1830 y 136.849 en 1848, aunque se cree que eran números orientativos porque habían muchas personas sin techo no inscritas en el censo municipal.


OFICIOS

En 1835, vivían en Turín cerca de 1.800 religiosos, 1.900 escolares (entre internos y externos), 2.528 hospitalizados (962 hombres y 1.566 mujeres), 11.135 obreros (9,5% población) y 10.185 empleados de hogar (8,6% población, propio del antiguo régimen).

Prescindiendo de 1.514 judíos, que estaban censados aparte, se completa este apartado con 88.401 personas pertenecientes a condiciones diversas. En este 75% de los habitantes, encontramos a los niños, las mujeres e hijas adultas no trabajadoras, los mendigos, desempleados, marginados, más de 14.000 agricultores, los artesanos propietarios, los comerciantes, empleados y funcionarios de la administración, enseñantes, hosteleros, transportistas, estudiantes, y casi 7.000 militares de la guarnición, 2.000 tenderos, 425 profesionales liberales (abogados, procuradores, notarios, médicos y cirujanos), 160 banqueros, 4.600 personas que vivían de las rentas junto a los aristócratas.

OTROS DATOS

En el decenio 1828-1837, el 25% de la población estaba formada por jóvenes, cuya estatura media estaba entre 1,54 y 1,62 metros; mientras que la altura de los reclutas (18% de la población) estaba entre 1,41 y 1,54, dándose órdenes concretas para que sólo se enrolaran personas a partir de 1,54.

La edad media a la muerte es un índice que resume todos los factores de la vida social. En el decenio 1828-1837 la duración media de vida en Turín era de 35 años (en Francia era de 28 años y medio antes de la revolución y de 40 en el año 1848). Se hablaba del “malestar social” existente entre los años 30 a 50 del Siglo XIX en Turín: de la decadencia física de los estratos sociales inferiores, de su suciedad unida a la desnutrición, a la baja estatura, a la deformidad, a una debilidad orgánica difusa; la higiene personal y de las casas totalmente descuidadas (la limpieza era un lujo accesible sólo a la burguesía y a la aristocracia); el gran consumo de vino en las posadas (más de 500 tipos de vino en el Piamonte) con borracheras y alcoholismo generalizado; la loca pasión por el juego de la lotería; los agotadores horarios laborales, que los llevaban como norma desde el alba al ocaso (normalmente de 12 a 14 horas), alternando con largos periodos de desempleo que los pasaban entre las tabernas, la mendicidad, el dar vueltas alrededor de las fábricas ofreciendo en vano sus brazos pidiendo el más bajo salario del mercado.

Y a todo este panorama se le une:

·         Una alimentación insuficiente, por norma pan de trigo y centeno, lácteos, legumbres, patatas, verdura mal cocida y en malas condiciones.

·         Los salarios dan para mantener al trabajador, pero no a su familia, obligada a acudir al trabajo femenino e infantil, y sobre todo a la caridad privada y a la beneficencia pública.

·         El analfabetismo: en 1848 en Turín, no sabían ni leer ni escribir el 31,6% de los hombres y el 49,3% de las mujeres; sabían solo leer el 6,4% de los hombres y el 10,1% de las mujeres, sabían leer y escribir el 61,9% y el 40,5% respectivamente.

·         Crecía la prostitución, en torno a 2.000 en los años 50, y las enfermedades venéreas.

Realmente, la capital del Piamonte atraía no tanto la mano de obra industrial cuanto a numerosos albañiles estacionales, artesanos, transportistas, vendedores ambulantes, servicio doméstico y, sobre todo, un gran número de campesinos cuyo futuro de trabajo estaba delimitado por una ocupación precaria, de empleos ocasionales existentes y del recurso más o menos continuo de la caridad pública y de la mendicidad.

Don Bosco llega a Turín

Cuando Don Bosco llega a Turín para continuar sus estudios, contempla su alrededor y se sorprende de la cantidad de chicos jóvenes que vagabundean por las calles y plazas de la ciudad, desocupados, sin trabajo, buscándose la vida. En las MB se recoge cuanto Don Bosco encontró en sus primeros escarceos por la ciudad, en 1840:

La parte que daba a Puerta Palacio hormigueaba de vendedores ambulantes, limpiabotas, limpiachimeneas, mozos de mulas, expendedores de papeles, faquines, todos muchachos pobres que iban tirando como podían con su triste negocio… La mayor parte de ellos pertenecía a las llamadas Bandas del Barrio Vanchiglia, numerosas pandas de muchachotes juramentados entre sí con pactos de defensa mutua, capitaneados por los mayores y más audaces. Eran insolentes y vengativos, prontos a llegar a las manos con el menor pretexto de una ofensa recibida. Como no tenían ningún trabajo, crecían ociosos y entregados al juego y al hurto de bolsas y fardeles. Las más de las veces, volvían a Puerta Palacio donde continuaban con mayor maestría y malicia sus bajas costumbres (Lemoyne, 1981, pp. 45-46).


Sin duda alguna, se trataba de jóvenes en riesgo, chicos que venían a la ciudad en busca de un futuro mejor y, en la mayoría de ocasiones, se encontraban condiciones de vida y de trabajo deplorables. Estos fueron los jóvenes “abandonados y en peligro” que conoció Don Bosco en la década de los 40 en los barrios periféricos de Turín:

Eran, pues, jóvenes del lugar que vivían en los suburbios de los barrios del norte de Turín, tratando de sobrevivir con cualquier medio que se ofreciera, o de muchachos inmigrantes de temporada, empleados marginalmente en el negocio de la construcción. Todos eran jóvenes en riesgo. Don Bosco resalta que, de hecho, muchos de ellos habían estado en la cárcel o estaban en peligro de ir a prisión. Algunos de estos chicos tenían más de 25 años, si bien la mayoría estaban entre 12 y 20 años. Aunque presentaban diversos problemas personales y provenían de distintas circunstancias familiares, todos pertenecían a la categoría que se designa en la prensa del tiempo como “pobres y abandonados” A estos jóvenes mayores se debe añadir un gran número de chicos más jóvenes; muchos de los cuales trabajaban en los talleres de manufacturas. Tal práctica, típica de la Revolución Industrial en Inglaterra y Francia, era ya significativa en Turín (Lenti 1, pp. 369-370).

Don Bosco acompañó a Don Caffasso durante un tiempo a las cárceles y vio la realidad existente, chicos muy jóvenes que no tenían en quien confiar, sin esperanza, sin una segunda oportunidad, sin guía que los acompañase. Escribía el propio Don Bosco: “Eran chicos en la flor de su juventud con mentes despiertas, corazones sanos, que bien podrían ser el consuelo de sus familias y el orgullo de su país. Por el contrario, estaban allí en estado de degradación y convertidos en el reproche de la sociedad… La experiencia mostraba también que, si se les ayudaba gradualmente a que se dieran cuenta de su dignidad humana… muchos de ellos cambiarían de conducta, incluso estando en la cárcel, y que, si fueran absueltos, vivirían de tal modo que nunca más tendrían que volver a la cárcel” (Lenti 1, p.400).


Fue Don Caffasso quien le dijo: “Vaya y mire…” Don Bosco interpretó esa realidad desde las claves de sus claramente definidos principios y valores: tradición monárquica, formación teológica neo-escolástica en lo doctrinal y rigorista en cuanto a lo moral; defenderá el estado piamontés y la figura del rey; verá con sospecha los movimientos libertarios de la unidad de Italia; defenderá siempre al Papa y los derechos de la Iglesia; defenderá el catolicismo frente a la amenaza protestante.

Así, con un fuerte sentido práctico, una tenacidad desmedida y una personalidad profundamente creyente forjada en la dificultad, Don Bosco fue capaz de leer la realidad juvenil de su época con una mirada compasiva y con el corazón del Buen Pastor, que se fue modelando en el contacto de su experiencia religiosa con la crudeza de la vida de los niños y jóvenes del arrabal, la calle y la cárcel.

El cambio social

Don Bosco fue un hombre de su época. Forjado en medio de los avatares históricos que le tocó vivir, él mismo fue protagonista de la intrahistoria entretejida en un barrio periférico de la ciudad de Turín, con vocación y proyección universal. Por eso podemos decir sin miedo a equivocarnos que la obra de Don Bosco incidió en la realidad educativa y social de la segunda mitad del Siglo XIX no sólo en la Italia moderna, unificada y liberal, sino en las nuevas fronteras salesianas en Sudamérica, Francia o España. No se contentó con ofrecer un pan, un techo y una formación a sus jóvenes, sino que vibró con fuerza y energía el tejido social de tu época para cambiar estructuras injustas y ayudar a fijar un orden nuevo.

Por eso su obra va más allá de una simple acción paliativa ante una situación sociopolítica que no tutelaba realmente a niños y adolescentes. Don Bosco busca incidir en la realidad social del Turín de su época para hacer que las cosas cambiaran.

En su época no se hablaba de los “derechos de los menores”, pero él luchó por devolverles la dignidad a los jóvenes, especialmente a los más vulnerables y a capacitarlos laboralmente para su inserción en la realidad social[3]. Don Bosco percibió que no era suficiente aliviar la situación de malestar y de abandono en que vivían sus muchachos (acción paliativa), sino que se sentía cada vez más claramente llamado a un cambio cultural (acción transformadora), a través de un ambiente y una propuesta de valores educativos que pudiera comprometer a muchas personas identificadas con él y con su misión. Se dio cuenta de que no bastaba partir el pan de la solidaridad con los más necesitados, sino que era urgente poner en marcha un proyecto transformador y la llave estaba en la educación. Era necesario hacer palanca sobre los rígidos cánones de la naciente industria y la nueva economía burguesa para propiciar un cambio social. Se trataba, en efecto, de dar más a los que menos tenían y ofrecerles oportunidades para asegurarles la posibilidad de desarrollar todas sus potencialidades[4]. Hacer de ellos “Buenos Cristianos y Honrados Ciudadanos”.

Este es el germen programático del Oratorio de Valdocco. Con su obra, Don Bosco fue capaz de dar una oportunidad de futuro a los jóvenes, de implicarlos en su desarrollo y en el cambio social, de canalizar todas sus energías de bien para propiciar una realidad nueva, en definitiva, les hizo sentirse a cada uno de ellos protagonistas de su propia historia.

Si toda la educación salesiana se orienta a formar buenos cristianos y honrados ciudadanos, quiere decir que en este binomio está la identidad y misión de los AA.AA.DB., es decir conlleva una espiritualidad que nos identifica con un estilo y una misión propias.

Nuestro movimiento no fue fundado por Don Bosco, sino que somos fruto de la gratitud vivida y compartida, somos fruto del corazón bondadoso de Don Bosco, de una buena educación.

Y nuestra misión está muy claramente definida por D. ángel Fernández Artime en la introducción de los Estatutos de la Confederación Mundial (2015), que son la base de todos los estatutos de las Asociaciones Locales:

Queridos Exalumnos y queridas Exalumnas, en este particular momento de la historia, la sociedad, la Iglesia y la Familia Salesiana os piden que toméis en serio la defensa y promoción de los valores que todos nosotros consideramos “no negociables”. De hecho, representan la garantía de una vida verdaderamente humana para todos. Me refiero concretamente a los valores de la vida, la libertad y la verdad. Vosotros, insertos en el tejido vivo de la sociedad, estáis llamados a ser los defensores de estos valores. Viviendo vuestra existencia de laicos guiados por una clara conciencia moral, desarrollando vuestro trabajo con competencia profesional y expresando vuestra apertura al mundo de hoy con un concreto compromiso social, manifestaréis al mundo lo que significa ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

Don Bosco os llama, una vez más, a ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos”; a promover la dignidad humana y la identidad de la familia; a la práctica de la solidaridad en la Asociación y fuera de ella, especialmente en favor de los jóvenes más desfavorecidos; a estar en contacto con los jóvenes que terminan su proceso educativo en las casas salesianas con el fin de invitarles a participar activamente en la Asociación, que les hará sentirse siempre más “alumnos de Don Bosco” y les ofrecerá la oportunidad de una formación continua y una agregación concreta para su compromiso social.

Tampoco puede existir una política y acción social auténtica sin la promoción de la persona. El compromiso social y la acción política han de ser expresión de la prioridad que tienen las personas y la promoción humana dentro de la sociedad. Ello exige de nosotros un trabajo educativo que despierte y cultive la humanidad de todo hombre, que lo haga crecer en la autoconciencia de su vocación, dignidad y destino, también en las nuevas generaciones políticas, no nos alejemos de la participación en la vida pública, apasionados por el bien común, carismáticamente presentes donde se toman las decisiones de futuro. Es un camino inexcusable avanzar en la dirección de una revalidación actualizada de la opción socio-política-educativa de Don Bosco.

 

CONCLUSIÓN

El mundo actual está cambiando y mucho, ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con los demás, estamos en continuo avance tecnológico, nuestros hijos menores de 9 años trabajarán en profesiones que hoy no existen. La época de Don Bosco del Siglo XIX no fue muy distinta en cuanto al planteamiento de cambio. Hemos de mirarnos en él para ver cómo afrontó tales retos, cómo se convirtió en un transformador social de su tiempo, que aún sigue siendo una hermosa herencia universal. Convertir a los jóvenes pobres y abandonados en buenos cristianos y honrados ciudadanos es la característica orientativa del sistema educativo de Don Bosco, forma parte del carisma del santo. Por eso, hoy, los hijos de Don Bosco, sus Antiguos Alumnos, nos identificamos con un estilo propio, con una misión compartida en familia con el resto de grupos, porque la educación recibida es nuestro título de pertenencia que nos reconoce como base carismática de la Congregación.

Esos, sin duda, son los secretos para poder ser medios de la transformación social que nuestra sociedad necesita actualmente, los AA.AA.DB. somos piezas necesarias en los valores del puzle que está formando nuestra época actual, la nueva era, y tenemos el ejemplo más claro en nuestro fundador Don Bosco. Sigamos mirándonos en su ejemplo para ser transformadores sociales como lo fue él.

 

 

                PARA LA REFLEXIÓN

1.     ¿Qué tres aspectos podría señalar en Don Bosco como transformador social de su época?

2.     ¿Qué semejanzas sociales encuentro entre el Turín de Don Bosco y la sociedad actual?

3.     ¿Cómo puedo contemplar mi identidad y misión de AA.AA.DB. como elementos claves en la construcción de la sociedad actual?

Puedes consultar más ampliamente las referencias y la situación sociopolítica del Turín de la época de Don Bosco pinchando en los siguientes enlaces:

·         https://archive.sdb.org/Documenti/Salesiani_DB/Capitoli_Generali/CG25/CG25_parte2_it.pdf

·         https://www.museotorino.it/resources/pdf/books/20/files/assets/common/downloads/publication.pdf

·         https://www.museotorino.it/resources/pdf/books/20/files/assets/common/downloads/publication.pdf

·         http://blogs.21rs.es/vivirdeotramanera/2013/01/31/don-bosco-y-la-transformacion-social/



[1] Capítulo General 25 179

[2] BRACCO GIUSEPPE, “Torino e Don Bosco”, Vol. I, 1814-1848, Archivio Storico della Citta di Torino, 1989.

[3] Un buen ejemplo lo encontramos en los contratos de aprendizaje firmados a “pie de obra” por el propio Don Bosco, el patrón que asumía el trabajador y el propio joven. Fueron los primeros contratos, conservados aún en el Archivo Central de la Congregación, que entre 1851 y 1854 aseguraban condiciones dignas para los jóvenes aprendices cuando nadie se ocupaba de ellos y eran solo mano de obra barata, carne de explotación laboral.

[4] NÚÑEZ, JOSÉ MIGUEL, Blog Vivir de otra manera. Recuperado de http://blogs.21rs.es/vivirdeotramanera/2013/01/31/don-bosco-y-la-transformacion-social/.


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